Sedigas recalca que la Unión Europea no exige prohibir las calderas de gas ni sustituirlas por las caras bombas de calor. Esto parece un claro aviso a navegantes, por si al Gobierno (ahora en funciones, pero que sigue empeñado en liderar la clase ecologista de la UE) se le ocurre alguna que otra medida restrictiva en su política ecológica.

La patronal del gas ha aclarado que la Directiva refundida de Eficiencia Energética europea, publicada el pasado 20 de septiembre en el Diario Oficial de la UE y cuyo plazo de transposición es de dos años) sólo indica que a partir del 1 de enero de 2026 no se permitirán nuevas medidas de eficiencia energética que contemplen el uso directo de combustibles fósiles, ni subsidios para su uso en edificios residenciales. Es decir, limita subvenciones o ayudas directas para comprar o renovar tecnologías en los edificios de viviendas, pero no a su instalación.

El sector residencial español consume menos energía (un 17% frente a un 40%) y genera menos emisiones (entre el 12-15% frente al 36%) que la media europea. Dentro de la energía consumida en el hogar, cerca del 40% se debe a la calefacción, cuyo carácter renovable no depende de la tecnología sino del combustible que utilice

La patronal gasista que preside Joan Batalla también subraya que el sector residencial español consume menos energía (un 17% frente a un 40%) y genera menos emisiones (entre el 12-15% frente al 36%) que la media europea. Dentro de la energía consumida en el hogar, cerca del 40% se debe al sistema de calefacción, cuyo carácter renovable no depende de la tecnología sino del combustible que utilice. Dado que es imposible alcanzar objetivos de descarbonización sólo con la electrificación, aquí pueden entrar en juego los gases renovables, una solución tecnológica madura que aporta una producción continua y estable, tiene una elevada capacidad de almacenamiento y distribución.

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Sedigas advierte que fiarlo todo a las bombas de calor va en contra de la idea de transición justa, porque resultan económicamente inasumibles para muchas familias. El cambio completo de instalación de una bomba de calor puede alcanzar el 50% de la renta media anual de un hogar español, según datos del informe ‘Demanda de calor en los hogares: una transición energética eficiente’, elaborado por Arthur D. Little para la Fundación Naturgy. El pasado septiembre, la OCU tasaba el coste de las bombas de calor entre 3.600 y 12.700 euros, a los que se suma el coste de la instalación (entre 2.000 y 8.000 euros, más IVA); y dos meses antes, un estudio de la Organización Europea de Consumidores BEUC refería un presupuesto de entre 6.400 y 28.500 euros, sin IVA. Y ojo, porque a ocho de cada diez españoles les preocupa mucho o bastante el gasto que supondría cambiar sus sistemas de calefacción por uno totalmente eléctrico, y casi el 70% de los hogares invertiría como máximo 1.500 euros, como reflejaba la encuesta elaborada por 40dB para la Asociación de Gas Licuado (AGL) y Sedigas. 

Sedigas subraya que fiarlo todo a las bombas de calor va en contra de la idea de una transición justa, porque no son asequibles para muchas familias, y que no son una solución que permita siempre la descarbonización

Por todo ello, la patronal del gas pide redefinir los planes de ayuda considerando la mejora real de la eficiencia energética y el tipo de tecnología más adecuado, porque no tiene sentido limitar el uso de ciertas soluciones tecnológicas sin tener en cuenta la complejidad y características técnicas de las viviendas (zona climática, construcción vertical y superficie media disponible). Apela a desterrar la falsa percepción de que sólo existe una forma de descarbonizar la calefacción de los hogares, resalta el papel de los gases renovables (el biometano, donde España tiene un gran potencial, se puede usar en las mismas calderas de gas que hay actualmente y que también son compatibles con hasta un 20% de hidrógeno renovable). Además, subraya que fiarlo todo a las bombas de calor va en contra de la idea de una transición justa, porque no son asequibles para muchas familias, y que no son una solución que permita siempre la descarbonización porque hay momentos del día en que la generación renovable no satisface la demanda eléctrica y hay que usar fuentes de energía más contaminantes. Para Sedigas lo mejor es apostar por la neutralidad tecnológica