Nuevo varapalo -y van unos cuantos- a la economía española que lidera la vicepresidenta Nadia Calviño. Y es que, según la OCDE, el PIB de nuestro país no crecerá un 5,5% este año, tal y como pronosticó hace solo seis meses, sino un 4,1%, esto es, 1,4 puntos menos, que es una caída muy significativa.

Junto al menor crecimiento -recuerden que venimos de una caída del 10,8% en 2020 y un crecimiento de solo el 5,1% en 2021- la inflación cerrará el año en el 8,1%, un nivel elevadísimo que, sin la energía y los alimentos se situará en el 4,5%. Muchísimo.

Precios desbocados junto a un crecimiento raquítico. Eso es lo que nos espera durante la segunda mitad del ejercicio, según la OCDE, que también pronostica que el déficit cierre en el 5% y la deuda en el 115,6% del PIB. La tasa de desempleo seguirá siendo la más elevada de nuestro entorno y cerrará en el 13,6%. Y todo esto después de un verano que, según el sector, será buenísimo. Como se tuerza un poco…

Ahora bien, mientras la economía española se desploma, la vicepresidenta Calviño se preocupa, por ejemplo, de no salir en una foto con ciertos hombres o, más recientemente, del lapsus de Núñez Feijóo con la prima de riesgo. Por cierto, hace un mes, la ministra aseguró que “no hay espiral: la inflación bajará en la segunda mitad de este año”.

Sea como fuere, el Gobierno ya rebajó sus previsiones para este año, del 7 al 4,3%. La OCDE cree que será aún peor (4,1%) y que en 2023 el PIB solo crecerá el 2,2%. Una miseria que irá acompañada de una inflación subyacente (sin energía ni alimentos) que se mantendrá en el 4,5%, con una deuda del 113,1% del PIB, un déficit del 4,2% y una tasa de desempleo que volverá a aumentar hasta el 13,9%.

No vamos bien, vamos peor.