El primer ejecutivo de Google, Sundar Pichai
Google cuenta los juicios por derrotas y los que no pierde no es porque sea declarado inocente, sino porque prefiere llegar a un acuerdo previo con la acusación. Es el caso de la demanda colectiva por violar la privacidad de los usuarios en el ‘modo incógnito’ de navegación.
La demanda se interpuso hace ya cuatro años y acusaba al buscador de rastrear la actividad y recopilar información de los usuarios incluso en el modo privado. La compañía puso toda su maquinaria legal en marcha. Así, en un primer momento solicitó a la jueza de California que desestimara la demanda, cosa que no hizo. Ya con la investigación en marcha, el buscador alegó que no podía entregar las pruebas solicitadas porque iría en contra de su política de privacidad. ¿Comprenden? No puedo saltarme mi propia política de privacidad, pero sí vulnerar la privacidad de los usuarios. Genial.
Al final, tras cuatro años y al ver que iba a perder, Google ha llegado a un acuerdo con los demandantes, que le habían reclamado 5.000 millones de dólares. La indemnización acordada no ha trascendido todavía y podría ser mayor. Pero, ¿qué son 5.000 millones de dólares para una empresa que sólo en medio año gana más de 33.400 millones.
Lo realmente grave de Google es que es un monopolio que ha destrozado a la prensa, al menos la española, cogiendo las noticias y robando la publicidad que le correspondería a los medios. Además, es el mayor censor en internet, una censura, en ocasiones silenciosa -relegando el artículo a la página 50 de las búsquedas- y en ocasiones de una forma directa, como cuando YouTube cerró en noviembre el canal católico HM Televisión.
Por eso, el juicio más importante que afronta Google es el que finalizó en noviembre, el que la empresa está acusada de monopolio. La sentencia no se sabrá, probablemente, hasta el segundo trimestre de este año. En cualquier caso, para pararle los pies al buscador no bastará con una sanción económica, sino que serán necesarias medidas más contundentes, por ejemplo, trocear sus negocios como sucedió en su momento con la petrolera Standard Oil o con la teleco AT&T.