La jornada del miércoles 1 de marzo ha servido para que se hayan puesto "al descubierto las intenciones de muchos corazones". 

Ante todo, repitamos el mandamiento primero: que no, que Del Pino no tiene razón... y el Gobierno tampoco. Del Pino se va porque quiere estar radicado en el paraíso fiscal encubierto de Holanda (me niego a llamarle Países Bajos), es decir, en el país que más odia a España desde Carlos I y que, al igual que Inglaterra, protege a sus empresas porque adora a su Dios: el mercantilismo. Ámsterdam está encantado de acoger a nuestra Ferrovial y de reducir su carga impositiva.

La mentirosa Calviño y la demagoga Díaz: el Gobierno no puede impedir que Ferrovial se vaya a Holanda pero sí puede enfrentarse a Mark Rutte, que mantiene un paraíso fiscal en el seno de la Unión Europea

El Gobierno, por su parte, es culpable, no sólo de su extorsión fiscal al ciudadano, sobre todo al ciudadano más productivo, sino de una regulación agobiante que se corresponde con el 'hooligan' que tiene por presidente: ya saben, el empresario es un ser maléfico a quien que le gusta explotar a los obreros y ahí está don Pedro para salvarles. 

De entrada, el IBEX debería reaccionar: asegurar que no imitará a Ferrovial y aprovechar para exigir a Sánchez que deje de comportarse como un gamberro ególatra. Todo menos callar y aplaudir en silencio a Rafael del Pino. Contra el Sanchismo hay que cumplir sus absurdas leyes y al mismo tiempo, intentar derrocarlo. Y con sinceridad y apertura. 

Mientras el Gobierno sociopodemita debe dejar de oscilar entre la mentirosa Nadia Calviño y la demagoga Yolanda Díaz. Ejemplo: el Ejecutivo no puede impedir que Ferrovial se vaya a Holanda -no, no puede- pero sí puede enfrentarse a Mark Rutte, que mantiene un paraíso fiscal en el seno de Europa. Con ese personaje, ni agua. Pero don Pedro no está pendiente de España, sino de su Presidencia de la Unión Europea, porque considera que de ella depende su permanencia en Moncloa.  

El presidente de Ferrovial es el prototipo de propietario-empresario obsesionado por el poder. Ha prescindido de su familia y ahora prescinde de su país

Y nada de lo anterior justifica al presidente de Ferrovial, Rafael del Pino Clavo Sotelo, prototipo del propietario-empresario obsesionado por el poder. Ha prescindido de su familia, pues desde que murió su padre, Rafael del Pino Moreno, se ha encargado de fagocitar a sus cuatro hermanos y de hacerse con el control monárquico de la firma, algo que ya ha conseguido, y ahora prescinde de su país. No es más que otro ególatra, eso sí, mucho más inteligente que Sánchez y que ha creado los puestos de trabajo que ni tan siquiera Sánchez ha logrado destruir. Pero se marcha a Ámsterdam porque allí pagará menos impuestos y porque contará con el apoyo del Nuevo Orden Mundial (NOM) de raíz anglosajona. Ayer, Ferrovial subió en la Bolsa de Madrid. Sin comentarios.