Carlos Torres tiene dos frentes abiertos y en ninguno de los dos tiene claro el desenlace. Es más, de momento, ni el enfrentamiento con el BCE ni la táctica suicida con el juez en el caso Villarejo auguran un final feliz para el actual presidente de la entidad.

El BBVA es el banco que gusta a los analistas… y a nadie más. Por eso, Torres está obligado a mejorar el dividendo como sea, algo que no gusta en Fráncfort, cuyo mensaje sigue siendo de máxima prudencia ante un futuro aún incierto. La promesa del aumento del dividendo, sin embargo, solo fue la gota que colmó el vaso en un BCE harto de que en la Vela hagan oídos sordos a sus recomendaciones.

Y son unas cuantas: Turquía sigue siendo un avispero, los problemas de gestión y gobernanza, principalmente en la red de oficinas, siguen sin resolverse, problemas de reputación corporativa por el caso Villarejo… y ahora, además, promete un aumento relevante del dividendo.

Las cosas no van mejor en el otro frente abierto, el de la Audiencia Nacional. Al juez García-Castellón, que no quiere pasar a juicio oral con el banco imputado como persona jurídica, la actitud de Torres, que sigue las indicaciones de los chicos de Garrigues, se lo está poniendo cada vez más difícil. Nadie comprende por qué el despacho -y Torres le hace caso- insiste en la estrategia de entregar la información al juez con cuentagotas. Lo único que está consiguiendo es cabrearle todavía más, lo que podría terminar con el banco imputado como persona jurídica -ya lo está desde 2019-, cuando el juicio entre en fase oral. Es decir, el juez está dispuesto a desinputar al banco cuando finalice la fase de instrucción, pero se lo están poniendo muy difícil.

¿Se imaginan el cabreo en el BCE si eso sucediera? En Fráncfort no dejarían pasar la ocasión, no para forzar la salida de Onur Genç, sino la del propio Carlos Torres. Y sería por su culpa.