Nos lo cuentan en Alfa y Omega, suplemento católico del Obispado de Madrid que se edita los jueves con ABC, el misionero jesuita en Ankleshwar, que no es un barrio de Soria sino de la India, Joaquín Castiella.

El padre nos relata un bonito sucedido personal, en un artículo titulado “La Segunda Mujer”. Está claro que don Joaquín sabe captar la atención con sus titulares. Es la historia de Balubhai, un indio (nada despectivo, hablo de los naturales de la India) quien, por caridad, siempre por caridad cristiana, acogió en su casa a una segunda esposa, que no había pillado esposo y se había quedado sola en el mundo.

Balubhai, a quien el padre Castiella nos presenta como un fervoroso cristiano, le puso una cocina en su casa. A la segunda, se entiende. Para no molestar -nos explican- a su esposa, la legítima, digo, madre de sus cuatro hijos, y así, los tres viven “tranquilos y felices en su pobre casa”.

Para que quede claro que no se trata de un bulo, Alfa y Omega nos proporciona una foto de Balubhai con sus dos esposas, una de las cuales, supongo que será un error de imprenta, oculta su rostro. No sé por qué, he concluido desde el primer momento que se trataba de la esposa legal, o sea, la primera.

Y a todo esto, ¿no podía Balubhai haber practicado su insondable misericordia con los desfavorecidos y desfavorecidas, adosando habitación y cama a la segunda, en lugar de introducirla en su hogar? O sea, alianza para toda la legislatura pero sin cohabitación, sin gobierno de coalición.

Pues no. La caridad de Balubhai exigía introducir a la segunda en casa.

Y todo esto es muy hermoso, caridad cristiana profunda, pero al plato le faltaba un hervor. O quizás el condimento final. Como en esas películas que no presientes, sino que temes, lo que va a venir a continuación. Y así…

El jesuita Castiella termina su relato cuando Balubhai acude con sus dos esposas a misa… y se acerca a comulgar, como un Joe Biden cualquiera. Y ahí se destapa nuestro mosén: “sin dudarlo demasiado le dí la comunión a los tres”. ¡Toma ya!

Esto es lo que yo llamo profanación caritativa, todo un signo identitario de nuestro tiempo. Por no darse un mal trago, se le hace tragar a Cristo con el pecado y, de paso, se avanza hacia la poligamia, uno de los grandes triunfos de la cristiandad y de la civilización. Estoy seguro de que a Irene Montero le gustará mucho esto, porque la segunda mujer dispone ahora de una cocina para ella sola, gracias a Balubhai.

El fin de ciclo en el que hemos entrando con el siglo XXI, consiste, en primer lugar, en la profanación de la Eucaristía, lo más precioso que tenemos. Pero, naturalmente, el Maligno siempre se disfraza de ángel de luz y será una profanación desde dentro y, of course, una profanación de lo más caritativa. Por amor.

Todo esto vendido en una publicación… del Obispado de Madrid.

Por cierto, no hay que criminalizar la pobreza, pero tampoco venderla como si fuera un mérito que todo lo permite y todo lo consiente… querido jesuita. En primer lugar, porque, por ese camino, nadie sale de la miseria.

San Balubhai y San Joaquín, rogad por nosotros.