Todos contra Salvini. El exministro y líder de La Liga pidió que se abrieran las iglesias durante la Semana Santa y todos, obispos, Gobierno y sociedad en general, se le han echado encima. Que lo hiciera el Ejecutivo era de esperar -el Gobierno italiano sí prohibió las misas-, pero que lo hicieran los propios obispos…

“Estoy deseando que llegue el momento en el que la ciencia y el buen Dios, porque la ciencia sola no basta, derroten a este monstruo para volver a salir. Es necesaria también la protección del Corazón Inmaculado de María”. No son palabras de un obispo ni de un sacerdote, sino de Salvini. ¡Menudo ultra!

La respuesta de los obispos a su petición de abrir los templos en Semana Santa no ha hecho esperar: “Este es un tiempo de responsabilidad; la primera cosa a cuidar es la salud de los fieles”, le dijo el presidente de la Conferencia Episcopal, Gualtiero Basseti. Efectivamente, monseñor, lo primero es la salud, pero la salud del alma, que es inmortal. Y esa tarea les corresponde a los pastores como usted.

Bassetti se justifica con una pregunta: “¿Dónde está nuestra fe?” “En la palabra o en un lugar”. Es muy sencillo, cardenal: en la Eucaristía, donde está el mismo Jesucristo que curó a los enfermos, perdonó los pecados, murió crucificado y resucitó a los tres días. Y está deseando que los fieles vayan a verle, sobre todo en tiempo de tribulación.

Y claro que se puede rezar en casa, como le han dicho a Salvini a través de las redes sociales. Faltaría más. Pero los cristianos viven de la Eucaristía y del perdón -la confesión-, y no es bueno que se les niegue el alimento. Podrían morir de hambre. Y esa sería la peor de las muertes. Mucho peor que por coronavirus.

Salvini tiene razón. Hay que abrir las iglesias y celebrar los sacramentos, respentando las medidas de seguridad sanitaria como se hace, por ejemplo, para ir al supermercado para no morir de hambre.