Yolanda Díaz, comunista de Podemos, no ha tardado ni un segundo en dar la primera mala noticia. Lo hizo en su toma de posesión: piensa derogar la reforma laboral, lo mejor, aunque se quedó corta, de todas las medidas económicas del Gobierno Rajoy. Caminamos hacia el trabajo protegido por la fuerza. Es decir, que el empresario se meterá a financiero, donde se puede funcionar sin plantilla alguna.

La ministra de Hacienda advierte: que cada uno aporte según su capacidad y todos recibamos lo que necesitamos. ¿Y el esfuerzo?

A su lado, el titular de Seguridad Social, José Luis Escrivá. Hace seis mes hablaba de quiebra del sistema pública de pensiones (y entonces decía verdad), ahora asegura que arreglará el déficit de la Seguridad Social en un breve plazo de tiempo. ¿A que no?

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero es mi favorita: ahí va su idea fuerza: “que cada uno aporte según su capacidad y todos recibamos lo que necesitamos”. ¿Y el esfuerzo? Al esfuerzo para haber conseguido esa capacidad… que le den. Es la historia socialista de la solidaridad forzosa, que, por forzosa, siempre tiene plazo de caducidad.

Ábalos en baja y una titular de Exteriores a la que sólo le falta gritar ‘otro mundo es posible’

José Luis Ábalos es un ministro en baja y una titular de Exteriores a la que sólo le falta gritar ‘otro mundo es posible’. Ábalos traicionó a Sánchez -o así lo considera Sánchez- porque no le gustaba el pacto con los podemitas- a quienes creía que había que hundir- sino con la derecha y entonces prestó oídos a la Operación Borrell. Sánchez no se lo ha perdonado.

En su función, la de acabar con las autopistas de peaje, una demagogia casi tan enorme como la de su colega Teresa Ribera, la talibana verde con el cierre de las nucleares. Ambas cosas nos van a salir a precio de oro: energía cara y autopistas malas.

Por último, la talibana verde, Teresa Ribera, convertida en vicepresidenta: nos espera la energía más cara de Europa

Y luego está lo de Arancha González, ministra de Exteriores, un producto ‘made in ONU’ y que huele a onegera, a la que sólo le falta gritar aquello de ‘otro mundo es posible’, una intelectual que ha llegado a una conclusión profunda que resume la historia última de la humanidad: A Manolete le mató Donald Trump.