Sr. Director: Con tan equívocas palabras se despachaba indignada Paz Padilla cuando le preguntaron sobre su novio, funcionario de la Junta de Andalucía, llamado a declarar por la juez Alaya sobre un turbio asunto de cursos de formación. Una Paz Padilla que, alternándose con Jorge Javier Vázquez, es la presentadora del programa estrella de Telecinco, «Sálvame», y que viene a cumplir el papel de graciosa andaluza oficial de la cadena, que parece jactarse de un habla tan esperpéntico que pareciera forzado y que llega a herir los oídos de muchos andaluces. Por supuesto que en el citado programa ha reinado el silencio sobre este asunto, y conociendo cómo se las gastan cuando se trata de limpiar sus marrones, alegarán que nada tienen qué decir, porque estamos ante una persona que no pertenece al ámbito público, ya que la famosa es ella y no su novio, etc., etc. Como si esto les importase algo cuando el involucrado en un asunto judicial es la novia o noviete de famosa o famosete, a quien el programa coloque en la diana de sus «cariñitos». Es la doble vara de medir que ya conocemos, porque el mismo silencio reinó hace poco cuando Kiko Hernández, uno de los colaboradores más incisivos, fue condenado a seis meses de prisión por un delito de apropiación indebida relacionado con sus negocios inmobiliarios. Y el mismo también impuesto sobre la deuda, que desde hace años, Jorge Javier Vázquez pelea con Hacienda por casi 800.000 euros. En resumen: que quien manda en la tele, proclama o silencia lo que le interesa. Y dada la trascendental influencia que tiene este medio en nuestra sociedad, esa manipulación nos deja a merced de los jefecillos que mueven los hilos y de sus personajes. Peligroso. Miguel Ángel Loma Pérez