Étienne de Swardt, así se llama el creativo y fundador de la marca de perfumes parisina État Libre d'Orange, dedicado a los aromas vanguardistas. ¿Y eso que es lo que es? Pues muy sencillo, por ejemplo, Sécrétions Magnifiques (Secreciones Magníficas) un perfume con aroma a semen y notas de saliva, sudor y sangre. Dice de Swardt que para crearlo se inspiró en el preciso momento de la década de los 80 en el que explotaba la epidemia de Sida: "Se me ocurrió que podía hacer un perfume que oliese exactamente como la situación que estábamos viviendo".

Según Swardt, esta fragancia unisex está a mitad camino "entre la pornografía y el romanticismo, perdido entre la atracción y la repulsión". Un sugerente aroma que, según algunos críticos, bien podría asemejarse al que flota en el ambiente tras una sesión de sexo de verano en una habitación cerrada. Y que se vende por el módico precio de 90 euros el frasco de 50 ml. Baratito.

Pero el catálogo de perfumes es muy amplio. Hay hasta 34 entre los que destacan I am Trash ‘Soy basura’ el primer perfume elaborado con elementos reciclados como la pulpa de las manzanas exprimidas para hacer zumo o Fat Electrician (electricista gordo), cuyo aroma pretende evocar al personaje al que alude. Y entre los más vendidos se encuentran Putain des Palaces (prostituta de lujo) y Vraie Blonde (rubia de verdad), dos perfumes femeninos pensados para las "noches de guerra".

 

 

Y seguro que nos esperan muchas más de estas ‘peculiares’ y olorosas propuestas porque más allá de las esperadas críticas, son muchos los que piensan que estas fragancias son un regalo jocoso perfecto. Jocoso o no, lo que sí resulta es muy rentable.

El ser humano no deja de sorprenderme, desde perfumes vanguardistas hasta botas que simulan la piel humana y todo, desde los dedos hasta el tacón, pasando por unos pequeños cuernos que salen de las pantorrillas, parece estar hecho con la dermis de una persona. Menos mal que solo lo parecen, para real ya tuvimos la batalla de la Vandee donde la piel de las mujeres se utilizaba para hacer guantes y la de los hombres para fabricar -entonces sí fue de verdad- zapatillas. Que la historia no se repita.