Sahbaz Bhatti nació en una familia católica de clase media de la ciudad de Lahore (Pakistán). Desde joven, gracias a su fuerte pertenencia a la Iglesia, tomó el testigo del compromiso social por los derechos de todos los ciudadanos y se esforzó en sus estudios de derecho, llegando a graduarse y obtener el título de abogado. Tras largos años ejerciendo como defensor de causas contra miembros de minorías religiosas, el presidente paquistaní Ali Asif Zardari le nombró ministro de las Minorías de Pakistán en 2008, cuenta ACN.

Desde su nueva posición, siguió luchando por la paz y la libertad religiosa en Pakistán. Cuando en 2009 se abrió el caso de Asia Bibi, joven madre cristiana acusada de blasfemia y en el corredor de la muerte hasta su definitiva absolución hace unos meses, Bhatti denunció públicamente la aplicación de la ley de la blasfemia, una ley que se utiliza injustamente para atacar a las minorías religiosas. Bhatti recibió numerosas amenazas telefónicas de muerte y se emitieron hasta cinco fatuas pidiendo su cabeza por parte de líderes musulmanes radicales.

Sahbaz Bharri nunca se rindió. Él mismo explicó en un video, pocos días antes de su muerte, a modo de testamento espiritual, que “quiero compartir que yo creo en Jesucristo, que ha dado su vida por nosotros. Sé cuál es el significado de la ‘cruz’ y lo seguiré a Él hasta la cruz. Oren por mí y por mi vida”. También explicó a la agencia vaticana Fides: “Soy un hombre que ha quemado sus puentes. No puedo y no volveré atrás en esta tarea. Lucharé contra el fanatismo y lucharé hasta la muerte para defender a los cristianos”.

Lucharé contra el fanatismo y lucharé hasta la muerte para defender a los cristianos

El 2 de marzo de 2011, cuando Sahbaz Bharri salía de su casa en Islamabad camino de su despacho ministerial, dos vehículos bloquearon el paso de su coche y tres radicales islamistas abrieron fuego asesinándolo en el acto. Junto al cadáver dejaron unos panfletos donde se referían a Bhatti como un “cristiano infiel” y que llevaban la firma del grupo talibán “Taliban al-Qaida Punjab”. En el año 2016, cinco años después de la muerte de Bhatti, los obispos de Pakistán anunciaron el inicio de las investigaciones para la apertura de la causa de beatificación del ministro cristiano.

En una reciente visita de miembros de la Asociación Misión Sahbaz Bhatti, de líderes cristianos por el diálogo interreligioso y la defensa de los derechos humanos, al Vaticano, el Papa Francisco resaltó: “Me alegra saber que hoy Sahbaz Bhatti es amado y estimado por muchos en Pakistán y que su sacrificio está dando frutos de esperanza. Que el testimonio de Shahbaz Bhatti, y de tantos otros mártires de nuestro tiempo, valga para decir la fe humilde y valiente en el Señor Jesús y la capacidad de colocar amor donde hay odio”.

Durante la invasión del EI su objetivo fue salvar a los niños cristianos de Irak: "Dios me dio una misión"

Y otra historia preciosa y heroica a la vez, como la anterior. El padre José Qusay Ajim, un sacerdote joven de 36 años iraquí, durante la invasión de Estado Islámico tuvo que huir para no perder la vida, pero en todo ese tiempo tuvo una misión muy concreta: proteger a los niños cristianos para que no fueran raptados ni asesinados, recoge Religión en Libertad.

"Salí de la ciudad de Mosul, donde vivía, cuando Estado Islámico la invadió y tomó el control matando a miles de personas. Dios me dio una misión, cuidar de niños huérfanos que huyen de la destrucción de la guerra".

Ahora, el padre Ajim se encuentra en Roma formándose más para servir a su pueblo gracias a una beca del CARF (Centro Académico Romano Fundación), cuyo objetivo es ayudar a sacerdotes y seminaristas de países pobres y que sufren persecución. En un escrito en primera persona relata su experiencia y la todavía complicada y poco esperanzadora situación de los cristianos en Irak:

"Justo antes de la caída del régimen de Saddam Hussein, los cristianos de Irak eran 1.500.000 de ciudadanos, o sea el 6% de la población iraquí; en el estado actual de las cosas, se estima que su número, reducido a menos de un tercio, asciende a 250.000 personas.

“Y es que se produjo una fuerte caída en el transcurso de dieciséis largos años marcados por la progresiva guerra etnorreligiosa del país, que vio a las comunidades cristianas, antes garantes de la heterogeneidad cultural gracias a su papel de mediación, respecto a los sunitas y chiitas, víctimas de fenómenos odiosos de intolerancia y perseguidos como muchas minorías, por ejemplo los yazidíes, en una espiral de violencia y caos que ha alcanzado su apogeo con el surgimiento del llamado Estado Islámico”, añade.

Historias heroicas como estas dos descritas son ejemplo para otros cristianos que probablemente lleven una vida mucho más cómoda…