Es posible que algunas personas se hayan percatado de que en un mundo de carácter globalista, con todos sus adelantos, con todas sus virtudes y defectos, no hay casi nada que se escape al azar, al menos a un azar de trascendencia nacional o internacional, aunque muchos traten de acallar algunos aspectos o despistar la atención con otros menos relevantes quitando el foco de lo importante.

La semana pasada hablé en profusión de un tema de candente actualidad, como es todo ese embrollo de los cambios climáticos apocalípticos que década a década varían según las modas o el acomodamiento de la conciencia ciudadana. Hoy, sin profundizar más en el tema, voy a tratar de dar una explicación a por qué existe un interés tan aparentemente bueno, en esa protección tan celosa por el medio ambiente. Ojo, que por otro lado no solo es bueno preocuparse por ello, también es legítimo hacerlo, incluso un deber. ¿Pero por qué hacerlo siempre desde el miedo? ¿Por qué plantear la protección de la naturaleza desde las obligaciones y las prohibiciones sin dar unos fundamentos educacionales a las personas, a las que se culpa siempre por su irresponsabilidad como ser humano?

¿Por qué plantear la protección de la naturaleza desde las obligaciones y las prohibiciones sin dar unos fundamentos educacionales a las personas, a las que se culpa siempre por su irresponsabilidad como ser humano?

Esto, y otras cosas más, como los enfrentamientos sociales -ideología de género, feminismo radical, libertad religiosa, etc- o como los financieros -las crisis globales que se disuelven en entelequias que la mayoría desconocen y nos les queda más remedio que soportar-, son maniobras neoliberales, que en el fondo lo que pretenden es el enriquecimiento de unos pocos gracias a una enorme base piramidal, que vive en el umbral de la riqueza pero que jamás pasará de ahí. Una masa social que tiene de todo, lo que le permite pensar que puede acceder a más aunque jamás lo logrará. Es una enorme zanahoria que todos miran mientras tiran del carro del consumo dirigido por las multinacionales, por la competencia voraz procurada por unos pocos y con una crisis perenne de la que nunca saldremos. Por eso no podemos abandonar la nave, porque hay que seguir comiendo, pagando facturas, y unas hipotecas eternas hasta más allá de la jubilación, en algunos casos.

Pero el medio ambiente tiene una importante misión de presión social. Lo primero es que genera una conciencia culpable. Es decir, una conciencia fácil de manejar, porque en la medida en la que te sientes en deuda con alguien o algo, estás más dispuesto a la sumisión, aunque sepas en tu foro interno que no eres el responsable directo… ¡Pero siempre hay algo por pequeño que sea que te apunta con el dedo! Por ejemplo, esa bolsa de plástico que has tirado en la bolsa de basura orgánica… Aquel día que no te miraba nadie y tiraste una lata de refresco al mar… O aquel pequeño desprecio a una ardilla que te robó la mitad de un sándwich en tu excursión dominical… Siempre tienes algo con lo que humillarte en grupo o solo en tu cuarto.

Además, esa culpa, no solo es un lavado de conciencia sin más, porque eso a los neoliberales les da igual -solo hay que verlos a ellos-. Los movimientos neoliberales persiguen dinero a espuertas y fácil y mucho y de todos los lugares de donde puedan llegar. Por eso tienen dos aliados importantes: la socialdemocracia y los países pobres. Los primeros para consumir y mantener el consumo a través de unos costosos servicios sociales que se pagan con costosos impuestos que salen de usted y de mí, porque ellos ya se encargan de tributar en paraísos fiscales como Irlanda, por ejemplo, al 1% de sus beneficios de empresa.  Y los segundos para producir barato y rápido. Quizá por eso no hay ningún interés en que África crezca industrialmente y si por si acaso alguien tiene la buena idea hacerlo, generar una inestabilidad social constante.

 Siempre hay algo por pequeño que sea que te apunta con el dedo! Por ejemplo, esa bolsa de plástico que has tirado en la bolsa de basura orgánica… Aquel día que no te miraba nadie y tiraste una lata de refresco al mar…

El medio ambiente es propicio para estos objetivos en los países occidentales, la mayoría socialdemócratas, con lo que ahora cada vez más estamos convencidos de que un impuesto ecológico es cada vez más necesario: un impuesto al diesel, otro al turismo por el desgaste de las playas, otro por aparcar en las urbes y una multa colosal si entras en zona restringidas de las grandes ciudades donde por lo visto la gente se muere por las calles a causa de la polución que todos provocamos. Impuestos que sufragan a una sociedad abonada por subvenciones innecesarias. Innecesarias por absurdas o por pesebres en forma de chiringuitos ideológicos. Sí, el apocalipsis medioambiental da de comer a muchos pocos que se nutren de la cada vez menos clase media, que luchan día a día por sobrevivir desde la línea roja permanente de no hundirse del todo o salir del bache de una vez por todas. Un equilibrio que habilidosamente mantienen desde hace décadas los dirigentes apesebrados de los neoliberales globalistas mundiales.

La economía actual (Sekotia) José Luis Barceló y Josu Imanol Delgado. Periodista y economista se someten a un ejercico de investigación y síntesis sobre qué sucede con el dinero del mundo y hacia dónde se dirigen los esfuerzos financieros. Temas calentitos como el liberalismo económico, el empleo, los mercados financieros, el dinero, la educación y la economía, la debacle de los países emergentes, el euro como cohesión de la política económica y monetaria europea, la revolución energética, el medio ambiente y la economía, la gestión de los recursos naturales escasos (el agua), los movimientos migratorios… Bueno, creo que hay donde pinchar y no hacerlo en hueso con este libro.

La Iglesia y la economía (Buey Mudo) Thomas E. Woods Jr. No tengo nada qué decir. Lo dice todo el propio autor: “Al defender el mercado no he tomado el camino relativamente fácil de criticar a los socialistas «de izquierdas» que anhelan la llegada de una utopía colectivista. En lugar de ello he elegido como principal contraste a aquellos católicos «de derechas» que ven con suspicacia la sociedad de mercado. No se trata de socialistas ni de colectivistas, sino de personas fieles a la Iglesia que rechazan la empresa libre y están a favor de una amplia intervención en el mercado. Suelen estar a favor de dicha intervención porque creen que las enseñanzas de la Iglesia la requieren. Como católico ortodoxo, siento una gran simpatía por esas personas, y he formulado mi argumento teniendo en cuenta sus preocupaciones".

Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo (Homo Legens) Juan Donoso Cortés (1809-1853). En la última década de su vida (cuando escribe el Ensayo) Donoso, influido por el tradicionalismo francés, se transformó en un conservador pesimista: la Humanidad, alejada de Dios, lejos de progresar, se degrada cada vez más y desciende hacia la barbarie. El liberalismo, que proclama la libertad por encima de los mandatos divinos, no es más que el primer peldaño en la escalera del descenso, el siguiente e inevitable peldaño será el socialismo, negador de la propiedad…