Me pregunto a menudo si la gente se para a pensar si tanta casualidad informativa será por algo. Me explico un poco más, porque cómo es posible que haya silencios sepulcrales ante determinados hechos y una escandalera orquestada por otros. En otras ocasiones ya lo he dicho, y sigo en la misma línea, de los medios de información desde que dieron la espalda a la verdad, que ya no hay diversidad informativa porque no es ni más ni menos que tacticismo informativo con objetivos muy específicos. Es lo que yo llamo información de muro, es decir, rígida y estanca.

Los medios de información de masas son el motor de propaganda para la alineación social. Desde ellos se decide qué contar o no. Los medios al final marginan a un lado u otro a ciudadanos de segunda o primera clase.

El último ladrillo en el muro es el cambio climático, o el desastre climático, como lo han definido los humanofóbicos apocalípticos, que no se empachan en decir y repetir lo malos que somos, lo poco que nos merecemos el planeta y la tierra baldía que dejaremos a nuestros hijos. Estos socorristas de medio pelo de la madre tierra, los de la Pachamama mística llegada del Amazonas, piensan que todos tenemos la misma mala memoria que sus seguidores, y no, y menos desde que una consulta a los buscadores de Internet te dan respuestas tan rápidas que dejan en evidencia sus malogrados augurios catastróficos que se han demostrado década a década unos falsarios interesados. Hagamos un repaso a todos esto.

En los años 50 hubo una corriente científica que aseguraba la llegada de una época glacial a partir de los 70. Sin embargo, al llegar a esta década el discurso dio un giro de 180 grados y el debate comenzó a hablar de que los cambios del clima que llegarían en breve serían hambre y miseria para todos. Un discurso que sin duda llegó después de la década más brillante y sombría del siglo XX, que junto a la liberación de la mujer, y por lo tanto del sexo libre, facilitó que cuajara un mensaje pacifista de haz amor a toda costa y no la guerra mientras que Estados Unidos se debatía en la ya agónica guerra de Vietnam. Entonces debemos destacar que tal información sólo salía en ciertos medios y que nunca brilló con luz propia entre la comunidad científica. Los eslóganes y los discursos naturalistas, que terminaron en ecologistas, eran sobre un calentamiento general debido al aumento imparable del CO2, datos que curiosamente coincidían con la guerra fría sobre la batalla del petróleo, es decir, la energía reina de entonces junto al carbón, que en ese momento se jugaba a nivel mundial en todo el mundo occidental.

Estos socorristas de medio pelo de la madre tierra, los de la Pachamama mística llegada del Amazonas, piensan que todos tenemos la misma mala memoria que sus seguidores, y no, y menos desde que una consulta a los buscadores de Internet te dan respuestas rápidas

Aquel informe científico avisaba de la brusca caída de alimentos cosechables, lo que provocaría una guerra sin precedentes entre todos los hombres del mundo por la poca comida que se pudiera conseguir. Y eso, por cierto, era dar un giro al viejo maltusianismo, renovado y apoyado por las nuevas redes globalistas que atemorizaban a la población, porque no ha dejado nunca de estar en boga entre los interesados en el poder. Y hablando de globalistas y de poder, tenemos que decir que algunos de los impulsores de aquellas nuevas redes informativas eran los Bilderberg&cía.

Años 80. Nuevas corrientes de muerte nos avisan de que por culpa de la actividad humana, estamos rompiendo la capa de ozono que nos protege de los rayos V del sol, y claro, ¡todos moriremos! El nuevo caballo de batalla era todo lo relacionado con los aerosoles, aires acondicionados, incendios provocados, sociedades donde se concentrará la humanidad, etc., En fin, la sociedad consumista que dependía de los flujos energéticos del primer mundo era culpable y algo habría que hacer porque -¡atención!- al encontrarse el agujero sobre el casquete polar Ártico, pronto se descongelaría e inundarían nuestras ciudades, nuestros pueblos, nuestros campos de labor. Otra vez el miedo y los agoreros del fin del mundo señalando a los insolidarios, mientras que la guerra del sentimentalismo se ganaba a favor de los animales y en contra del hombre.

Pero el mundo, la tierra, el planeta azul, seguía sobreviviendo a pesar de la mano destructiva del ser humano, y como los años pasaban y no sucedía nada de lo que decían que nos iba a suceder, los candidatos a mandatarios del mundo, a finales de los 90, enviaron a un gran profeta a ver si le hacían más caso. Y surge de la nada un tipo llamado Al Gore, con una película Una verdad incómoda, que da la vuelta al mundo, que es de curso obligatorio para todas la cadenas televisivas alienadas al poder. Otra vez se trata de la salvación del mundo porque ya no se trata de hambre, ni del cielo sobre nuestras cabezas, ahora es el inminente calentamiento global que desertizará a nuestros países, los ganados morirán de hambre y sed, lo ríos se desecarán y la sociedad tal y como la conocemos desaparecerá, y nosotros con ella, claro. Películas lacrimógenas de icebergs desplomándose sobre el mar, focas y osos polares hambrientos por el hielo, ballenas reventadas en las orillas de las costas… Y más, mucho más sentimentalismo para ahogar a la razón. Vamos, lo más parecido a lo que se muestra en la película Mad Max, cuya única ley es la de la supervivencia, porque la vida no tendrá ningún valor, solo la comida y la gasolina serán un valor absoluto.

Otra vez el miedo y los agoreros del fin del mundo señalando a los insolidarios, mientras que la guerra del sentimentalismo se ganaba a favor de los animales y en contra del hombre

Pero han pasado los años y tampoco se han desertizado nuestros bosques ni el ganado yace muerto en las tierras secas con restos de esqueletos que nos recuerdan lo que pudo haber allí. Pero un nuevo conejo de la chistera surge en la década de los años 20 de siglo XXI. Una muñeca títere de 16 años llamada Greta que nos da lecciones a todos porque no somos conscientes del cambio climático. Ahora lo hacen con otra maniobra tremendamente popular en todo el planeta: el plástico. Mares inmensos de plástico que matan a las especies marinas, ríos embalsados convertidos en cloacas por tanta basura plástica que tarda centenares de años en biodegradarse -¡y ahora llega lo peor!-, otra vez moriremos todos porque los plásticos que nosotros tiramos los engullen los peces que luego comemos… ¿Qué será lo próximo?

La Iglesia nos ha recordado el deber y la responsabilidad de cuidar el medio ambiente porque los seres humanos somos administradores de la Creación de Dios, como lo somos también de nuestra propia vida y de la ajena. Por eso son inadmisibles el aborto y la eutanasia. Sí, también somos administradores de la vida y la continuidad de la especie, la nuestra la primera y luego la de los seres animales, vegetales y sus formaciones rocosas. Pero si en vez de meter miedo se formara a las personas en este aspecto, quizá todo iría mejor, porque todos tendríamos un concepto moral del cuidado de la tierra.

Juego, ecología y trabajo. Tres temas teológicos desde las enseñanzas de san Josemaría Escrivá (Eunsa) Rafel Hernández Urigüen. La teología permanece activa ante estas perspectivas creciente de lo lúdico, la universal preocupación ecológica, y el empeño por humanizar la cultura del trabajo. Sin duda, constituyen radicales antropológicos de nuestra cultura, acentuados a lo largo del siglo pasado y vigentes en el actual. El autor, apoyado en las enseñanzas de san Josemaría, hace un ensayo amplio y didáctico sobre estos temas.

La España del silencio. Novelas del mundo rural y la naturaleza (Almuzara) Borja Cardelús y Muñoz-Seca. La ágil pliuma de este autor nos lleva a descubrir la sencillez del medio ambiente, enamorándonos de lo que allí vive y haciéndo que respetemos esa delicada vida que, en un equilibrio a veces demasido frágil, nos lleva a concienciarnos más de nuestra resposabildad que del miedo al que nos someten desde los telediarios y algunos gurús proféticos de la nada.

San Francisco de Asis (Encuentro) G. K. ChestertonSan Francisco de Asís es el patrono de los animales y de los ecologistas. Lo proclamó con gran júbilo San Juan Pablo II. La biografía que Chesterton le dedicó a este santo es especialmente ejemplar, porque en ella recoge no sólo su vida, sino también la gracia que con él llevó al mundo que lo rodeaba. Personas y elementos de la naturaleza, todos eran considerados como hermanos menores, a los que se entregaba y amaba por Dios. Menos Greta y Al Gore, y más san Francisco, por favor.