Catedral de Linz, en Austria
Una de las novelas que mejor resume el mundo contemporáneo es la Esfera y la Cruz de Chesterton. No voy a hacer 'spoiler' (revelación o destripe anticipado) pero la cosa empieza con un católico consecuente que contempla en el escaparate de una librería un libro con una portada ofensiva contra la Madre de Dios, agarra un adoquín y rompe el escaparate, para después encararse con el librero quien resulta, además, autor del libelo contra la Virgen María.
Porque con la realidad imita al arte, resulta que un católico ha decapitado una estatua de la Virgen María en la catedral austriaca de Linz porque le parecía blasfema: representaba a la Virgen María desnuda, desde el pecho a los pies, las piernas abiertas, repantigada sobre una roca y se supone que a punto de dar a luz.
El artista no repara en el parto sanguinolento de ninguna mujer sino en su significado: repara en la maternidad
A mí también me parece blasfema y horrible y confirmo tal sentido cuando leo las explicaciones de la majadera de la escultora, a quien no le gustan las obras maestras que los grandes artistas han dedicado durante 2.000 años a la Madre de Dios porque le resultan masculinas, asexuadas. Oiga y habrá cobrado su dinero por colocar este adefesio en la catedral y algún idiota de la curia diocesana habrá pagado con mucho gusto los euros de los fieles a la 'artista', con el propósito de ofender a todos los fieles con la exhibición de tamaño adefesio, justo en la Casa del Hijo de la ofendida.
No tengo claro si la masculinidad consiste en asexuar las imágenes, ni tengo claro que el sexo se identifique por la pornografía, de igual modo que el ser humano no se significa por la digestión o por la micción o vaciamiento de la vejiga. Aunque ésas sean funciones que realiza cada día y que resultan imprescindibles para su supervivencia, los artistas no les han prestado especial atención a lo largo de la historia, salvo el cachondo de Bruegel el Viejo y sus meadas contra la luna.
El artista no repara en el parto sanguinolento de ninguna mujer sino en su significado: repara en la maternidad.
Pero la estupidez de nuestra escultora feminista se detalla aún más en sus razones; ella nos dice quería hacer una escultura feminista, que al parecer, consiste en un feísmo tan repelente y ofensivo que no me extraña que alguien decapitara la obra de arte.
No encuentro ninguna recriminación posible contra el decapitador y, además -vigílate Eulogio- ganas me dan de aplaudir el coraje del susodicho
Aún más: las razones del decapitador me gustan. Aquello era una ofensa a la Madre de Dios y él decidió proteger a su Madre de la misma forma que Santa María le protege a él.
Pero, oiga, antes debió acudir al obispado y plantear sus razones, debió en suma, dialogar. Sí, lo hizo pero él, que no se esconde, asegura que en el Obispado de Linz no respondieron a sus mensajes y le colgaron el teléfono. Ya saben: un fanático más a quien hay que mantener al margen de una Iglesia que evoluciona en la modernidad y vomita en el modernismo.
Así que el susodicho radical decidió lavar la ofensa a su madre y muerto el perro se acabó la rabia.
Es muy duro lo que voy a decir, pero no encuentro ninguna recriminación posible contra el decapitador y, además -vigílate Eulogio- ganas me dan de aplaudir el coraje del susodicho.
La jerarquía eclesiástica debería meterse en la cabeza que dos no dialogan si uno no quiere y que, si no se atiende a la justicia surge la violencia. Ya saben: no hay paz sin justicia. De la injusticia lo único que sale es rebeldía e imposición, o ambas cosas a la vez. En cualquier caso, violencia. Y cuando no se atiende a la reclamación justa, cuando no se atiende a la justicia... yo no me atrevo a castigar a quien se toma la justicia por su mano.
Sí, sobre gustos no hay nada escrito y lo poco que hay escrito nadie lo lee. Pero aquí no hablamos de gustos sino de blasfemias. De cualquier forma convendrán conmigo en que, en materia "artística", hay cosas que no sólo remueven las conciencias sino que revuelven los estómagos. Mismamente, el feminismo, siempre tan lejos de la feminidad.