La superficie quemada ya supera con creces la que ardió en 2021 y en el conjunto de los últimos tres años
Cada verano, entre las noticias, están los incendios forestales… y lo peor es que la mayoría son provocados por el ser humano (en un 95%, y en bastantes casos, por negligencia). La sequía, las altas temperaturas, el cambio climático, las tormentas eléctricas, el mal estado de conservación de muchos montes, el descenso de la ganadería extensiva y la despoblación rural contribuyen a que no sólo hayan crecido en número, sino también en extensión y en gravedad. Por eso la reforestación y la reutilización vegetal se convierten en oportunidades para la España arrasada por los incendios.
En lo que va de año nuestro país lidera el ranking europeo con casi 290.000 hectáreas quemadas, según las últimas estimaciones del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS, por sus siglas en inglés), el cual es parte de Copernicus, el programa de observación de la Tierra de la Unión Europea. Si se tiene en cuenta que una hectárea son 10.000 metros cuadrados, o sea poco más que un campo de fútbol... hagan el cálculo. Hasta el viernes 19 de agosto, la superficie quemada era de 286.418 hectáreas en 388 incendios, superando ya con creces la que ardió en 2021 (84.827), la que se quemó en el conjunto de los últimos tres años (209.779) y la de 2012, que hasta ahora era el peor año, con 189.376 hectáreas arrasadas.
Un estudio en el que ha colaborado el CSIC ha revelado que la duración de la temporada de incendios está aumentando en muchas regiones: el número de días con riesgo meteorológico de incendios extremos se ha duplicado (+132%) en la cuenca mediterránea en los últimos 40 años
El siguiente país en el ranking europeo es Rumanía, con 149.172 hectáreas. Un estudio reciente en el que ha colaborado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha revelado que la duración de la temporada de incendios está aumentando en muchas regiones. En concreto, el número de días con riesgo meteorológico de incendios extremos se ha duplicado (+132%) en la cuenca mediterránea en los últimos 40 años, mientras en la Amazonía se ha disparado un 166%.
En estas trágicas cifras han contribuido muchos factores, además del cambio climático. La sequía que vive nuestro país, con falta de lluvias en los meses de invierno y primavera, y las reservas de los embalses reduciéndose cada semana (están en el 36,9%, según los últimos datos), influye, así como las altas temperaturas que se están dando en este caluroso verano con sucesivas olas de calor. Y eso con unos montes que no tienen una buena conservación: en muchos lugares aún hay restos de los destrozos que provocó la borrasca Filomena en enero de 2021, faltan cortafuegos y muchos de los que hay no están limpios, también hay árboles secos e incluso se multa la recogida de piñas que caen de los pinos al suelo y se convierten en un gran material combustible en caso de incendio. Resulta curioso que tras años de gran auge del movimiento ecologista, en muchos pueblos, los montes estén peor que antes: entonces eran las gentes de esos pueblos las que en invierno los limpiaban, se llevaban las piñas para las lumbres que hacían para calentar sus casas, se iba a por mucha más leña; y había ganadería extensiva que también limpiaba esos montes. Sin embargo, ahora esta ganadería ha menguado notablemente y hay mucha despoblación rural.
Los incendios del verano se ‘apagan’ en invierno. Desde Grupo Sylvestris, Enrique Enciso, subraya que entre los cambios que se deben hacer también está la inversión, porque cada año se destina el 40% a la extinción y sólo el 18% a la prevención
No hay que olvidar que los incendios del verano se ‘apagan’ en invierno, donde es vital trabajar en la prevención. Desde Grupo Sylvestris, empresa de ingeniería natural, su socio fundador y CEO, Enrique Enciso, ha subrayado la importancia de esta tarea y entre los cambios que se deben hacer también está la inversión, porque cada año se destina el 40% de la inversión a la extinción y sólo el 18% a la prevención. Una tarea que es vital en la lucha contra los incendios en un país en el que hay cerca de 18 millones de hectáreas forestadas con árboles, que suponen un 35% del territorio, y que se puede complementar con otras iniciativas de reforestación y reutilización vegetal por parte de administraciones, empresas y organizaciones sin ánimo de lucro.
Uno de los primeros incendios y más grandes de este verano ha sido el de Sierra de la Culebra, en Zamora, se han quemado unas 30.000 hectáreas. Y ya se han empezado a realizar las tareas posteriores: Castilla y León adelantará la subasta de ventas de lotes de madera a mediados de septiembre y empresas que ya tenían adjudicados lotes antes del incendio están recogiendo madera afectada ante el riesgo de que si la dejan mucho tiempo surgen plagas de insectos perforadores. En función de cual sea su estado, se reparte entre la que puede tener un aprovechamiento maderable (para mobiliario e industria textil -la viscosa es una fibra vegetal que procede de la celulosa de gran variedad de árboles y plantas-) y la que se destina a biomasa (bien como astilla preparada para combustión o bien para pellets), y de ambas vías se obtienen ingresos, y la normativa fija que las administraciones destinen el 30% de lo obtenido de las ventas de lotes de madera a tareas de reforestación.
Se subastan ventas de lotes de madera afectada en incendios: en función de su estado se le da un aprovechamiento maderable (para mobiliario e industria textil) o bien se destina a biomasa (como astilla preparada para combustión o para pellets)
Claro que en la mayor parte de los incendios los primeros pasos a dar se dirigen a proteger el suelo con los propios restos del incendio o con paja para evitar una mayor erosión y también se colocan a modo de barrera para impedir arrastres y que los restos y las cenizas lleguen a los cauces de arroyos y ríos. También hay que tener en cuenta que hay especies que pueden rebrotar (por ejemplo, la encina) y otras no (entre ellas, el enebro y la mayoría de los pinos). Asimismo, cuando se proceda a la retirada de la madera, es bueno que se trocee allí para facilitar su transporte y que se queden parte de las semillas y otros componentes que enriquecen el suelo quemado. Además, para reducir la cantidad de material combustible en los montes se pueden introducir animales herbívoros domésticos e incluso salvajes.
A la hora de afrontar la reforestación, se debe apostar por introducir diversidad de árboles y arbustos autóctonos para reforzar la fortaleza de los montes. Y es que en el incendio de la Sierra de la Culebra, la proliferación de pinares de pino silvestre y resinero, que se plantaron a mediados del siglo pasado en lugar de más robles autóctonos, ha contribuido en la rápida expansión de las llamas. Entre otras compañías, Naturgy impulsa la iniciativa de reforestación ‘Bosque Naturgy’ junto a Bosquia Nature, para recuperar zonas degradadas de Galicia con la plantación de árboles de especies autóctonas, mejorando el capital natural, compensando emisiones de CO2 y avanzando hacia la neutralidad climática. Unas zonas que tendrán la certificación internacional FSC, que garantiza la gestión del bosque con criterios de biodiversidad y beneficios para la población local, pues el desarrollo rural también es clave en la lucha contra incendios y en la recuperación y la conservación de los montes. Además, la energética también tiene, entre otras muchas, la ‘Iniciativa Compensa2’, destinada a neutralizar las emisiones producidas en sus centros de trabajo y en los viajes de empresa.
A la hora de reforestar, se deben introducir diversidad de árboles y arbustos autóctonos. En el incendio de la Sierra de la Culebra, la proliferación de pinares de pino silvestre y resinero, que se plantaron a mediados del siglo pasado en lugar de más robles autóctonos, ha contribuido en la rápida expansión de las llamas
Hace unos años, en una charla en el Real Instituto Elcano, se refirió que con el impuesto de hidrocarburos el Estado español recauda unos 12.000 millones de euros anuales y Antonio Brufau, presidente de Repsol, señaló que si se dedicara “el 20% del impuesto que se carga a hidrocarburos a la reforestación, habría emisiones netas negativas”. De esa forma, cada año “se reforestarían miles de hectáreas que funcionarían como sumidores naturales de dióxido de carbono (CO2)” y además Brufau estimaba “la emisión de la movilidad sería neta para 2050, con una reforestación de aproximadamente el 15% del territorio español”. Desde Repsol, se ha apostado bastante por reforestar: por ejemplo, a través de su Fundación, se ha aliado con Crédit Agricole Indosuez y Portobello Capital para lanzar el primer fondo de inversión en España que apoya hacerlo a gran escala, algo que se realizará desde el proyecto Motor Verde, que tiene a la citada Fundación y al Grupo Sylvestris entre sus impulsoras y que cuenta con otras muchas participantes (la Junta de Extremadura y grandes empresas y fundaciones -entre ellas, Banco Santander, Enagás, Ilunion y Fundación Tierra Pura-).
Junto a la plantación de especies autóctonas y el interés de crear sumidores naturales de CO2, también se están utilizando semillas preparadas en laboratorio, que están pregerminadas y crecen más rápido que las tradicionales. Así se hace, por ejemplo, en el ‘proyecto CO2 Revolution’, que respalda el Banco Santander y apuesta por la innovación y la tecnología (usa big data para el mapeo de las zonas calcinadas en los incendios y seleccionar los lugares óptimos que garanticen mayor supervivencia de las semillas que se plantan con drones), así como por el desarrollo social (incluye a personas que están en exclusión social). Este proyecto fue creado por Juan Carlos Sesma, un experto en optimización de procesos, a finales de 2015 tras contemplar un incendio a las afueras de Bogotá (Colombia). Así decidió aplicar su experiencia a la lucha contra las causas del cambio climático y mitigar sus efectos, “creando un modelo para reforestar grandes superficies de terreno que favorezcan la recuperación de la biodiversidad forestal y actúen como sumideros de carbono mediante replantaciones masivas recurriendo al big data, las semillas inteligentes pregerminadas y el uso de drones”.
Junto a la plantación de especies autóctonas y el interés de crear sumidores naturales de CO2, también se están utilizando semillas preparadas en laboratorio, que están pregerminadas y crecen más rápido que las tradicionales
“No se trata simplemente de plantar árboles. Lo que ofrecemos es un método eficiente, rentable y escalable para reponer ecosistemas forestales completos, es decir con árboles, arbustos y flores de especies autóctonas, en un tiempo récord: hasta 100 veces más rápido que mediante las replantaciones tradicionales”, ha explicado Sesma. Y esto no es baladí, teniendo en cuenta que un bosque quemado puede tardar en recuperar su estado previo a un gran incendio hasta 100 años, y que la reforestación es uno de los aspectos, junto a la gestión sostenible del suelo a través la agricultura, que el Foro de la Economía del Agua refiere como importantes para paliar la creciente desertificación en España. Esta última alcanza ya las tres cuartas partes del territorio nacional, según el borrador de la Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación elaborado por el Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Por su parte, Telefónica se ha sumado a la iniciativa internacional 1t.org del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés, y también conocido como Foro de Davos), que busca que las empresas se comprometan con el objetivo de conservar y plantar un billón de árboles para 2030. La teleco, en línea con su objetivo de lograr emisiones netas cero en 2040, se ha comprometido con 1,5 millones de árboles para 2030, y compensar las emisiones que no sea capaz de reducir con proyectos basados en la naturaleza.
Contenido patrocinado por: Inditex