Cada segundo se siguen desperdiciando 41.000 kilos de alimentos, que representan el 8% de los gases de efecto invernadero producidos por las personas, por lo que la apuesta por el residuo cero en el sector alimentario no es baladí
La crisis sanitaria y económica que ha provocado la pandemia del Covid-19 en todo el mundo puede ser una oportunidad para profundizar en cambio profundo hacia una economía más sostenible, tanto para las personas como para el planeta. Es decir, que se den pasos más grandes de los que hasta ahora se han efectuado hacia un consumo más responsable y eficiente.
En este escenario, conviene tener en cuenta que la población mundial asciende a unas 7.800 millones de personas. Pero también que si en 2050, se llegase a 9.600 millones, se necesitaría el equivalente de casi tres planetas para proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener el estilo de vida actual, sobre todo, el que tienen los países desarrollados. Precisamente, por esto, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 12 es producción y consumo responsables. Sí, los ODS también tienen buenas metas, aunque en otro punto promuevan el aborto.
De esta forma, Naciones Unidas subraya que el consumo y la producción mundiales -las fuerzas impulsoras de la economía- dependen del uso del medio ambiente y de los recursos naturales, así como que el progreso económico y social logrado en el último siglo ha ido acompañado de una degradación medioambiental que ha puesto en peligro los sistemas de los que depende nuestro futuro. Por ello, la transformación es tan necesaria: el consumo y la producción sostenibles consisten en hacer más y mejor con menos, así como en desvincular el crecimiento económico de la degradación del medio ambiente, aumentar la eficiencia de recursos y apostar por la economía circular (es decir, impulsar las 3R -reutilización, reciclaje y reducción de residuos-). Un cambio que puede contribuir a mitigar la pobreza y a la transición energética hacia economías con bajas emisiones de carbono.
La población mundial asciende a unas 7.800 millones de personas, pero si en 2050, se llegase a 9.600 millones, se necesitaría el equivalente de casi tres planetas para proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener el estilo de vida actual
Entre las metas del ODS 12 de cara a 2030, está lograr la gestión sostenible y el uso eficiente de los recursos naturales. También reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita y las pérdidas en las cadenas de producción y suministro; así como lograr la gestión ecológica de los productos químicos y de los desechos, reduciendo su liberación a la atmósfera, a los ríos y mares o al suelo, apostando por las 3R. Asimismo, se quiere alentar a grandes empresas y administraciones públicas a adoptar y promover prácticas sostenibles, lograr un turismo sostenible que promueva la cultura y los productos locales, asegurar que todo el mundo tenga información y conocimientos para el desarrollo sostenible, y ayudar a los países en desarrollo a fortalecer su capacidad científica y tecnológica para avanzar hacia formas de consumo y producción más responsables.
Junto a estos objetivos, también está la celebración de varios días mundiales. Entre ellos el del Reciclaje, que se celebra el 17 de mayo; el del Medio Ambiente, el 5 de junio; el de Contra la Incineración de Residuos, el 18 de junio; o el de Conciencia de la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, el 29 de septiembre.
El consumo y la producción sostenibles consisten en hacer más y mejor con menos, desvincular el crecimiento económico de la degradación del medio ambiente, aumentar la eficiencia de recursos y apostar por la economía circular
Cada año, se calcula que un tercio de todos los alimentos producidos (lo que equivale a 1.300 millones de toneladas) termina convertido en desperdicios: pudriéndose en los cubos de basura de los consumidores y los minoristas o se estropea por malas prácticas del transporte y/o la cosecha. De hecho, cada segundo se siguen desperdiciando 41.000 kilos de alimentos, que representan el 8% de los gases de efecto invernadero producidos por las personas, por lo que la apuesta por el residuo cero en el sector alimentario no es baladí.
Phenix es una aplicación móvil que lucha contra el desperdicio alimentario conectando comercios con usuarios para salvar los excedentes que hubieran sido tirados, creando cestas a partir de 2,99 euros que pueden comprar y en las que también hay factor sorpresa (no sabrán su contenido exacto hasta que vayan a recogerlas). Ya lleva más de 60 millones de alimentos salvados desde 2014 y cerca de 10.000 comercios que han optado por salvar los excedentes, ahorrando miles de toneladas de CO2 a la atmósfera, y ya cuenta con más de dos millones de usuarios en varios países (Francia, Bélgica, Italia, Portugal y España). Esta app explica que cuando los residuos se gestionan adecuadamente, pueden convertirse en recursos que contribuyan al ahorro de materias primas y garanticen la sostenibilidad económica. Además, es una empresa certificada como B Corporation, un nuevo tipo de negocios que buscan el equilibrio entre objetivos y beneficios, con la obligación legal de considerar el impacto de sus decisiones en empleados, clientes, proveedores, comunidad y medio ambiente.
Phenix ya lleva más de 60 millones de alimentos salvados desde 2014 y cerca de 10.000 comercios han optado por salvar los excedentes, ahorrando miles de toneladas de CO2 a la atmósfera, y ya tiene más de dos millones de usuarios en varios países
Hace unos meses, Phenix ofreció cinco maneras para aumentar la sostenibilidad de las empresas. En primer lugar, sustituir botellas, bolsas, cubiertos y pajitas de plástico por otros que sean reutilizables, porque tardan años en descomponerse y están dañando los ecosistemas marinos. Segundo, digitalizar todos los documentos posibles para ahorrar papel y usar papel reciclado para las impresiones necesarias. Tercero, un buen sistema de reciclaje de la basura generada, separando plástico de materia orgánica, cartón, vidrio, así como depositar las pilas en contenedores especiales. Cuarto, mantener una buena climatización de las instalaciones con ventanas climatizadas, que también ayudan a aprovechar más la luz natural y a reducir la factura eléctrica, y con una buena regulación de la temperatura.
⚠️En 2020 los hogares españoles tiraron a la basura más de 1.300 millones de kilos de
— La Moncloa (@desdelamoncloa) October 11, 2021
alimentos sin consumir.
Para poner fin a estas cifras, el Gobierno impulsa la primera ley en España que combata el desperdicio alimentario.#CMin?? pic.twitter.com/kWnU7vhING
Hace unas semanas, el Consejo de Ministros ha aprobado el anteproyecto para combatir el desperdicio de alimentos en España, pero es una tarea en la que cada vez se comprometen más empresas. Por ejemplo, El Corte Inglés, que en el ejercicio 2020 evitó que más de un 1,7 millón de kilos de alimentos se tiraran a la basura y se los donó a varias entidades benéficas y comedores sociales, proporcionando la comida diaria a más de 161.000 personas. Además, dentro de su programa Residuo Cero ha entregado 51.477 kilos de frutas y verduras a granjas y parques de animales para su alimentación y ha apostado por la valorización de al menos el 90% de sus residuos, evitando su depósito en vertedero. También Lidl tiene el compromiso de reducir el desperdicio de alimentos en un 30% hasta 2025 y en un 50% hasta 2030, tomando 2020 como año base para hacer este cálculo. Y es que ese año, tres de cada cuatro hogares españoles tiraron a la basura una media de 31 kilos/litros de comida y bebida por persona, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, y la cadena de distribución alemana quiere implementar soluciones en su negocio y también concienciar a sus clientes de dicha problemática.
Por su parte, la cadena hotelera Vincci Hoteles tiene un programa de reducción de desperdicio alimentario (Desperdicio Cero) en el que plantea un control de compras y caducidades, así como que la comida sobrante vuelva a tener un inicio, pueda consumirse y no acabe en la basura, y que distintas organizaciones sin ánimo de lucro puedan beneficiarse de la misma. Un control que realiza con un software específico, que le ayuda a reducir al menos un 50% los desperdicios alimentarios y también trabaja en el reciclaje de materiales (papel, cartón, vidrio, pilas, envases, aceite, corcho, jabones de glicerina, cápsulas de café, fluorescentes o tóners, entre otros), con el nuevo Plan de Gestión y Minimización de Residuos, que se centra sobre todo en la sustitución y revisión de los productos de bienvenida para adaptarlos a las demandas actuales. Además, los tapones de plástico los destina a ayudar la infancia a través de la Fundación SEUR; los textiles se donan a distintas fundaciones o se reutilizan sus fibras para nueva ropa; los corchos de vino se usan para hacer tablas de surf o mobiliario en colaboración con la organización Richpeoplethings; y las cápsulas de café se depositan en un contenedor diferente para el posterior reciclado del aluminio y los posos de café se compostan para abonar campos.
El sistema mundial de suministro de alimentos es responsable del 26% de las emisiones de gases de efecto invernadero; un tercio de todos los alimentos se pierden o se desperdician en algún lugar de la cadena de suministro
Desde la parte del envasado de alimentos también hay avances. Por ejemplo, Tetra Pak ha hecho un llamamiento a la innovación colaborativa con los principales productores de cartón para afrontar los retos de sostenibilidad en la industria de los envases. Y es que según una investigación, el sistema mundial de suministro de alimentos es responsable del 26% de las emisiones de gases de efecto invernadero; un tercio de todos los alimentos se pierden o se desperdician en algún lugar de la cadena de suministro; los materiales basados en combustibles fósiles deben eliminarse de forma gradual y se necesitan mejoras significativas en cómo se trata el embalaje después del uso. Por su parte, Ence (líder europeo en producción de celulosa) y PackBenefit (empresa especializada en elaborar envases ecológicos) se han aliado para suministrar bandejas alimentarias sostenibles y seguras, destinadas a la restauración colectiva o a alimentos preparados, las cuales suponen una nueva alternativa, compostable y reciclable, a otros materiales como el plástico.
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