Más de un millar de civiles han muerto y hay más de 4,2 millones de ucranianos refugiados en los países vecinos desde el comienzo de la guerra, el pasado 24 de febrero, según datos de la ONU
Soy de los que piensa que Putin ha tenido todo en cuenta los efectos de las eventuales sanciones que Occidente le impondría, a él y a su entorno más hermético. Por ello, nada de lo que hoy está padeciendo, puede, siquiera, llegar a sorprenderle. Sin embargo, resulta poco riguroso pensar que la economía rusa pueda escapar indemne del impacto de tales medidas sancionadoras. La gestión del capital que ahora tiene congelado podría ser vital más adelante. Sobre todo, para atender los intereses y los vencimientos de la deuda que se van a producir en los próximos tres meses. Parece que hoy haya podido salvar su “primer punto de partido”. Ha conseguido atender un acuciante pago de algo más de 115 millones de dólares, si bien parece que lo ha hecho en rublos
Por el contrario, en los EE. UU. reina una cierta tranquilidad. Llaman a Putin criminal de guerra, a la vez que gran parte su población, la norteamericana, piensa que es la OTAN y la Unión Europea quienes deben defenderse. En Estados Unidos hay pleno empleo, y es un país totalmente suficiente en casi todo y por supuesto en energía. Su presidente, escaso, como ninguno de sus antecesores, en estas latitudes del mandato presidencial, de popularidad, no quiere problemas. De momento, se limita a gobernar el mundo con una cierta distancia, nunca fácil de explicar.
Frente a ello, Europa sigue sufriendo los efectos de su propia división, que no sólo ha traído el Brexit, sino también una relajación de la cohesión propia, verdadera razón de ser de su existencia. Diferentes formas de interpretar esta crisis, a las puertas de sus fronteras y con el vecino siempre amenazante, no hace sino confirmar que se ha perdido la esencia principal del siempre inacabado proyecto europeo. Nos olvidamos que la “unión hace la fuerza”.
Biden, escaso, como ninguno de sus antecesores, en estas latitudes del mandato presidencial, de popularidad, no quiere problemas. De momento, se limita a gobernar el mundo con una cierta distancia, nunca fácil de explicar
La guerra en Ucrania tiene que acabar, basta ya de muertes de gente inocente.
Creo que bastaría que Ucrania aceptara, con resignación no fácil de asumir, la pérdida de los territorios ocupados de Crimea, Donetsk y Lugansk, cuyas poblaciones son de origen ruso y Rusia reconociera a Ucrania como país independiente, a su gobierno legítimo y con un ejército propio no formando parte de la OTAN como sucede con Suecia. Es fácil pensar de esta manera no siendo víctima de una injusta e injustificada invasión. Pero quizá, la pérdida continua de vidas inocentes no merezca la pena por mucho más tiempo. Una larga y cruenta guerra, sufrida, principalmente por civiles ucranianos también ha de ser analizada en esos términos.
Como explica Eduardo Irastorza, en esta contienda hay cuatro escenarios: guerra larga con muchas bajas; guerra larga con pocas bajas; guerra corta con muchas baja y guerra corta con pocas bajas de los que dependerá cómo salga el país. Si la guerra es larga con muchas o pocas bajas, Rusia pierde; si la guerra es corta con pocas bajas, Rusia sale de esta, pero si es la guerra corta con muchas bajas, Rusia pasará una cuarentena, y será castigada”.
Por el bien de la humanidad es necesario que ambos países, que parecen dispuestos a negociar en serio, hagan un alto el fuego que anticipe, cuanto antes, el fin de una guerra que jamás debió iniciarse.