Los campos florecen con la siembra,
del grano, de árboles, de floresta;
dando así frutos que alimentan,
que dan vida y alegría, risas y fiestas,
cuando llega la hora de la siega.
 
Al amparo de las sombras y la noche,
llega el enemigo mentiroso,
que siembra por soberbia y con envidia,
la cizaña del odio, y el veneno,
de la división, la tristeza, la miseria.
 
Y esa siembra destructiva, que arrasa
el trigo, y los campos de la democracia,
que destruye las naciones y las vidas,
y lleva a la esclavitud a las almas,
esta siembra, es ahora la cosecha.
 
Cuarenta y dos años labrando España,
en una estrenada democracia ilusionada.
Veinticinco años de una izquierda resentida,
diecisiete de una derecha acojonada,
recogiendo la cosecha de grano y de cizaña.
 
Es tiempo, en los campos de España,
de aventar en sus eras con el bieldo,
la cosecha, y separar del trigo la cizaña,
arrojando a las tinieblas y su fuego,
la cizaña, por la izquierda sembrada.