La penúltima es que Israel parecía replegarse en Gaza, hacia el norte y no atacaría Rafah. La última es que Netanyahu dice que no, que sí atacará Rafah, lo que ocurre es que, tras el ataque a los iraníes en Líbano, procede una retirada estratégica.

Todo remite a unas anteriores palabras del primer ministro hebreo: a quien nos haga daño, le haremos daño. Es la concreción del viejo ojo por ojo y diente por diente. Ahora bien, es cierto que este mandamiento representó un gran avance moral respecto a lo que había: significa, por ejemplo, que no puedes atacar primero y también significa que, cuando devuelvas el golpe, no puedes extralimitarte: debes infligir el daño que te han infligido, no más.

El problema es que el ojo por ojo y el diente por diente fue mejorado por el principio cristiano de misericordia que no justicia y justicia, que no sólo venganza, es decir cambia la ley del talión por la ley del amor. El ojo por ojo y diente por diente, siempre termina mal. Y así, aunque los de Hamas son unos salvajes que mataron a 1.200 israelíes, y unos cobardes, que luego corrieron a esconderse detrás de sus hijos, lo cierto es que el ojo por ojo y el diente por diente siempre van a más... y es que, Israel ya ha provocado cerca de 40.000 muertos. 

Sí, de forma mucho más valiente, por tanto, más justa, dando la cara, no escondiéndose detrás de sus niños, pero la mayoría de esas víctimas son inocentes: los culpables son sus padres. 

Netanyahu es el judío bíblico. No ha pasado del ojo por ojo. Insisto, un gran avance respecto al odio terrorista pero, sinceramente, no basta.