Hace tres semanas traía yo a estas páginas el nombre de Martín Ibarra Benlloch, por ser el autor de un libro de reciente aparición titulado Barbastro, una diócesis mártir. En aquel artículo me refería al contenido de esta publicación, que describe, clara y brevemente, lo que fue la terrible persecución religiosa en aquella tierra aragonesa, a la que, con toda justicia, Ibarra Benlloch califica en el subtítulo de su libro como “una diócesis mártir”: el 84% de su clero fue asesinado.

Y hoy tengo que volver a referirme a este historiador, porque él es el alma mater de las X Jornadas Martiriales de Barbastro, que se celebrarán en esta ciudad desde el próximo viernes día 28 de este mes hasta el domingo día 30. En la historia de los eventos culturales se encuentran muchísimas iniciativas que después de comenzar, no tuvieron una segunda edición. Por eso mi admiración es doble por Martín Ibarra Benlloch, primero porque va por la décima jornada, y segundo porque todo lo que ha hecho en estos años lo ha llevado a cabo brillantemente y con muy pocos medios.

Jornadas Seminarios

En esta edición, acuden a Barbastro intelectuales importantes. El propio Martín Ibarra Belloch ha demostrado, en sus numerosas publicaciones, ser un sólido investigador y uno de los mejores conocedores de la persecución religiosa. Jorge López Teulón tiene una larga y fecunda trayectoria, con publicaciones muy importantes sobre Toledo y el resto de España, que le han convertido en el máximo experto en la persecución religiosa de la provincia eclesiástica de Toledo. El obispo Martínez Camino tiene algunas publicaciones aprovechables, pero como escribe, con el freno de mano sin quitar, de los “mártires del siglo XX”, en cuestión de mártires solo tiene algunos momentos buenos, que podrían ser todos... el día que comience a llamar a las cosas por su nombre: “mártires de la persecución religiosa llevada a cabo por los socialistas, los comunistas y los anarquistas durante la Segunda República y la Guerra Civil...”, porque los “siglos” no pueden asesinar a nadie. ¡Es tan difícil hablar claro!

Hubo mártires pobres y los hubo que tenían una posición social acomodada, unos eran muy jóvenes y otros entrados en años, los había cultos, hasta insignes intelectuales y también españoles analfabetos… Pero todos tenían una cosa en común: eran católicos que prefirieron la muerte antes que renegar de su fe

Y sin duda, quien a su categoría intelectual une una gigantesca estatura moral es el padre Santiago Cantera, abad del Valle de los Caídos; le conozco de los años de profesor de Universidad, antes de que profesara como religioso: Cantera nunca ha fallado, ni en la Universidad, ni en el Monasterio. Son muchas sus publicaciones y algunas muy importantes. En esta ocasión se podrán seguir en directo las sesiones de la X Jornadas Martiriales pinchando en este enlace.

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Hecho el anuncio de las Jornadas Martiriales de Barbastro, por el bien de mis lectores, que no se sentirán defraudados si las siguen en directo por la red, quiero hoy reflexionar sobre los contrastes que se observan durante la persecución religiosa de los marxistas durante la Guerra Civil. Hubo mártires pobres y los hubo que tenían una posición social acomodada, unos eran muy jóvenes y otros entrados en años, los había cultos, hasta insignes intelectuales y también españoles analfabetos… Pero todos tenían una cosa en común: eran católicos que prefirieron la muerte antes que renegar de su fe.

Y este contraste es todavía más elocuente cuando, como ha sucedido en mi caso, se estudia a la vez la persecución de Barbastro y lo que sucedió a los agustinos de El Escorial. La inmensa mayoría del clero de Barbastro del primer tercio del siglo XX vivía en las mismas condiciones de pobreza que sus feligreses, cercanas al hambre. Martín Ibarra Benlloch cuenta como ejemplo el de Eugenio Glandie, cura de Salinas de Sin, que solía ir a pescar no como diversión, sino para poder comer ese día. Otro tanto nos cuenta de los curas que cazaban para llevar carne a su despensa. Y culturalmente tampoco es que fueran unas lumbreras, se les había enseñado los latines justos para oficiar y poco más. Pero a la hora de la verdad, estos clérigos pobres e ignorantes se portaron como ejemplares campeones de la fe y han subido a los altares para ejemplo nuestro.

Con idéntica ejemplaridad fueron al martirio los agustinos de El Escorial, en unos momentos en que se habían convertido en un referente cultural en la España del momento, comparable a la época dorada de la generación del también agustino Fray Luis de León (1527-1591). Veamos su historia.

Felipe II (1556-1598) encargó el cuidado de El Escorial a la Orden Jerónima. Y allí permanecieron estos monjes hasta el siglo XIX, en que los jerónimos se quedaron en muy pocos efectivos. Isabel II trató de reemplazarlos con los hijos del padre Claret, en 1873 la Primera República los sustituyó con escolapios, llegaron después los capellanes reales. Y todos estos intentos fallidos concluyeron con una de las últimas decisiones de que tomó Alfonso XII (1874-1885) poco antes de morir.

El 10 de agosto de 1885, día de San Lorenzo y 328 aniversario de la batalla de San Quintín, Mariano Rampolla del Tindaro, nuncio apostólico en España y cardenal desde 1887, celebró una solemne misa en la basílica del Escorial, con la que se recibía a los agustinos en los recintos escurialenses. Dirigió los cantos el padre Manuel de Aróstegui, que había compuesto una misa para orquesta y capilla vocal, como queda patente en el magnífico grabado, que publicó La Ilustración Española y Americana, que encabeza este artículo.

El obispo Martínez Camino tiene algunas publicaciones aprovechables, pero como escribe con el freno de mano sin quitar, de los “mártires del siglo XX”, en cuestión de mártires solo tiene algunos momentos buenos, que podrían ser todos el día comience a llamar a las cosas por su nombre: “mártires de la persecución religiosa llevada a cabo por socialistas, comunistas y  anarquistas durante la II República y la Guerra Civil"...  

El padre Tomás Cámara, fundador de la revista la Ciudad de Dios, fue el impulsor de un impresionante renacer cultural de El Escorial. En 1893 se fundó la Universidad de María Cristina, que además de las Facultades de Derecho y Filosofía y Letras, impartía cursos preparatorios para Ingenieros. Se hicieron celebres las “veladas literarias de los agustinos, a las que acudían Menéndez y Pelayo, Verdaguer, Valera, Campoamor, Núñez de Arce…

Entre los agustinos de El Escorial había investigadores, catedráticos de la Universidad de Madrid, académicos de la Historia como el padre Julián Zarco. En 1912, Severino Aznar escribía lo siguiente: “Quizás no hay en estos últimos 25 años centro intelectual de producción científica y literaria más fecundo que el de los agustinos de El Escorial. Lo han cultivado todo: la Teología, la Filosofía, la Sagrada Escritura, las Matemáticas, las Ciencias Naturales, la Sociología, el Derecho, los estudios económicos y penalistas, la Historia, la investigación erudita, la crítica literaria, la poesía, la novela, la apologética, la música. Y de todo han publicado muchos volúmenes… Creo que puede decirse que no hay corporación oficial o privada en España que represente un esfuerzo de cultura ni más sólido, ni más extenso”.

Pues bien, todo esto lo arrasaron los socialistas y los comunistas durante la Guerra Civil, porque fueron tantos los asesinatos que cometieron contra los agustinos que a punto estuvo de desaparecer la Orden. Murieron martirizados unos doscientos agustinos en toda España, siendo los de El Escorial los que aportaron el mayor número de mártires, pues en la provincia Matritense de los agustinos, que así se llamaba la de El Escorial, los socialistas y los comunistas asesinaron a más de cien religiosos. De todo este cupo, 17 eran menores de edad, pues habían llegado al monasterio desde los más recónditos rincones de España, siendo unos niños, para cursar sus estudios de seminario. Con estos también se atrevieron aquellos socialistas y comunistas de la Segunda República a los que sus sucesores políticos en la actualidad nos los presentan como los abanderados de la cultura y la tolerancia.

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.