• Si alguien quiere reformar la constitución que sea para dos cosas: reducir el tamaño del Estado…
  • Y devolverle el principio de defensa de la vida que en su día perdió.
  • Porque lo cierto es que lo de la España federal no se lo cree nadie.
Acercose un conocido a don José Ortega y Gasset, de suyo un poco chuleta, y le preguntó: -¿Qué, don José, intercambiamos ideas? A lo que nuestro sociólogo respondió: "No, que saldré perdiendo". Con este preámbulo, vamos a lanzar ideas. Como Zapatero-bis, es decir, Pedro Sánchez, (en la imagen) se empeña en reformar la Constitución, proporcionémosle ideas. Por ejemplo, terminemos con el Tribunal Constitucional y lo sustituimos por el Tribunal Supremo, que, además, en España, es más corporativo y menos político (no sé si eso es bueno, pero en principio parece serlo). Y ya puestos, nos cargamos el Senado, que para poco sirve y mucho cuesta. Oiga, y los parlamentos autonómicos son un pozo sin fondo para un reino de taifas. Basta con que en las elecciones autonómicas se elija al presidente del Gobierno por representación personal y sistema mayoritario. Hay otras instituciones, como el Consejo Económico y Social (CES), el Tribunal de Cuentas, etc., que también adelgazarían la nómina del Estado y, de paso, el coste de la Administración pública. Es decir, reformar la Constitución de 1978 con dos objetivos. Reducir el tamaño de lo público, raíz de todas las corrupciones, y resucitar el derecho la vida, plasmado en la Carta Magna. Pero hoy, 37 años después resulta retorcido como una viruta hacia el único derecho que impera sobre muchos: el derecho a la muerte. Porque lo de la España federal como que no se lo cree nadie. Eulogio López eulogio@hispanidad.com