• Ha de prepararse el ánimo para lo peor, que quizás sea lo mejor.
  • Cada vez hay más gente en misa de diario y menos gente en la Eucaristía dominical.
Bajo el Pontificado de Juan Pablo II, Anibal D'Angelo (en la imagen), uno de esos pensadores argentinos a los que los españoles deberíamos seguir como maestros y que, por nuestra idiocia, despreciamos, escribió lo siguiente y genial resumen, en un estudio sobre el pensador inglés Hilaire Belloc: "Tal  como aparece la cuestión en esos últimos años del siglo XX primeros del XXI, la Iglesia afrontará en el próximo pontificado. Esta alternativa excluyente: no reacciona y se purga de los elementos que dentro de ella intentan convertirla en una secta dentro de la religión sin nombre, aún pagado el precio de una ancha reducción numérica, o persiste en este lento desgranamiento de sus principios de su moral y de su culto hasta perder por completo su identidad". Y luego viene lo que quizás sea lo mejor dentro de esa melancolía porteña, en verdad, sabia: "No existen alternativas triunfalistas, como no sea la intervención directa de la Providencia. Y ha de prepararse el ánimo para lo peor, que quizás sea lo mejor. Así, Dios nos salve en esta hora trágica que Hilaire Belloc vaticinó". Y yo no tengo nada más que añadir. Sólo lo que más me llama la atención durante los últimos años sobre la práctica católica cotidiana: cada vez hay más gente en misa de diario y menos gente en la Eucaristía dominical. Eulogio López eulogio@hispanidad.com