El peligroso majadero Nicolás Maduro la ha tomado contra las empresas españolas y con los etarras españoles. Su esperanza parece consistir en que Pablo Iglesias gane las elecciones y consiga reimplantar la revolución bolivariana en España.

Mientras, en Argentina, la majadera cleptómana Cristina Fernández se ha convertido en un personaje capaz de propiciar el asesinato o al menos defenderlo. Doña Cristina de Kirchner (en la imagen junto a Nicolás Maduro) ha entrado ya en una peligrosa variante del alma que consiste en que "pase lo que pase, incluidos los misiles atómicos, yo no tengo culpa de nada". Es una variante derivada del "todo vale" antiprincipio ético a partir del cual puede pasar cualquier cosa. Por ejemplo, la paranoia.


¿Cómo se cura este viento de locura que recorre la política hispanoamericana y que amenaza con contagiar a una población desfondada, como es la venezolana o la argentina? Pues, hablamos solo de política, volviendo a la limitación de mandatos. La ruptura de esa línea directriz es lo que une dos alternativas tan distintas como el bolivarianismo venezolano del pinchaúvas Maduro con el justicialismo desnortado de esa mujer enloquecida llamada Cristina, viuda de Kirchner.

La máxima sigue siendo la misma: el poder absoluto corrompe de forma absoluta y el poder permanente corrompe de forma permanente
Si hay algo que Maduro y Kirchner, y otros muchos, como Evo Morales -que denuncia un golpe judicial deerechista para derrocar a la presidenta argentina- o Daniel Ortega, temen es el invento -americano, que no europeo; suyo, que no nuestro- de la limitación de mandatos, el mejor antídoto contra los abusos del poder. La máxima sigue siendo la misma: el poder absoluto corrompe de forma absoluta y el poder permanente corrompe de forma permanente.

Necesitamos esa limitación de mandatos para que el poder no corrompa a los muy corrompidos dirigentes públicos, tanto en España como en Iberoamérica.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com