- El Sínodo impone la teoría Simeone: partido a partido. Es decir, el peor resultado posible o dos más dos son cinco.
- Juan Pablo II como excusa. La 'Familiaris Consortio' ya lo había dicho todo: entonces, ¿para qué un sínodo?
- Críticas poco bonancibles: ¿Las de quién?
El
Sínodo de la Familia ha terminado de la peor manera posible. Los padres sinodales no han modificado doctrina (¡Sólo faltaba!), que no es otra, traducido a la feligresía, que dice que no se puede comulgar en pecado mortal porque entonces uno se traga "su propia condenación" (San Pablo dixit).
O sea, no se ha cambiado la doctrina –si no, no sería doctrina y estaríamos ante algo más peligroso que un cisma- pero se ha adoptado la doctrina del gran teólogo Simeone, entrenador del Atlético de Madrid: caso a caso, partido a partido. Se lo traduzco: más confusión entre los fieles que es la marca de la casa, en esta
Iglesia de ahora mismo.
Así, caso a caso, bien podemos decir que se abre la puerta al sacrilegio, pero no lo ha oficializado. En efecto, la 'Familiaris Consortio' de Juan Pablo II sigue vigente y la doctrina milenaria también. Eso sí, se deja que sea cada obispo, cada sacerdote, quien decida si un divorciado y vuelto a casar, un arrejuntado, un homosexual ejerciente, en definitiva, alguien que no vive según las enseñanzas de la
Iglesia, pueda participar en el sacrificio de la Eucaristía, en el mayor regalo de Dios a la humanidad.
No, no se legaliza el sacrilegio pero, dada la situación de muchas parroquias y órdenes religiosas en el siglo XXI, se le está abriendo al puerta al sacrilegio cotidiano.
Lo fácil para un cura es aludir a la misericordia (las veces que habrá que aclarar qué es misericordia y qué es jetadura) para quitarse de encima la sambenito de antigüedad andante.
Por lo demás, si se pone como excusa a Juan Pablo II, muerto hace 10 años, ¿realmente hacía falta convocar un
sínodo de dos años de duración? Se podía haber utilizado ese dinero y dárselo a los pobres (¡Qué mala leche hay en provincias!).
No, lo cierto es que el
Sínodo no manda nada. Como muy bien recordara el
Papa al finalizar la primera parte, al final la doctrina la marca el
Papa, no un
Sínodo, ni tan siquiera un concilio.
Pues bien, ahora toca recordar lo más profundo -que, como siempre, es lo más sencillo- de todo esta puesta en escena: para comulgar bien son necesarias tres cosas: estar en gracia de Dios, no haber comido una hora antes de comulgar y saber a quién se recibe. La más importante es la primera.
Hablando de confusión. El
Papa Francisco ha dicho que algunas de las críticas escuchadas en el Sínodo no han sido "bonancibles". ¿A qué críticas se refiere, a las de los honorables prelados progresistas o a las de los cavernícolas conservadores? Porque uno, en calidad de plumífero, empieza a sentirse preocupado: todavía no sé por qué pecados –"en Roma y en el Vaticano"- pedía perdón el
Papa durante los días finales de esta maravillosa concentración de obispos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com