- La soberbia de los jueces está generando muchas cosas indeseables.
- Por ejemplo, la confusión entre justicia y venganza.
- Por ejemplo, el reinado de la envidia nacional.
- Que condenemos al prójimo sin saber por qué (todos).
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Recuerden que hay dos tipos de personas, los buenos y los malos. Los buenos son los que no ponen querellas al prójimo.
La hija de
Mario Conde está en arresto domiciliario. Tiene tres hijos, uno de ellos gravemente enfermo.
No soy sospechoso de condista.
Mario Conde (
en la imagen), entonces todopoderoso presidente de
Banesto, me echó del semanario Tiempo, entonces el más vendido de España por un titular que decía: "La rentabilidad de Banesto desciende durante el periodo Mario Conde". Cómo ven
no era para rasgarse las vestiduras pero un Conde ensoberbecido no podía permitir la menor crítica.
Ahora bien, tampoco me gusta el juez
Santiago Pedraz, el amigo de
Baltasar Garzón. Mire usted, si los sumarios son secretos que sean secretos… que no deberían serlo. Me dedico al periodismo económico, así que debería entender lo que ocurre. Ahora bien, todavía no me he enterado de cómo saqueó Conde
Banesto. Me lo puedo imaginar y le aseguro que estoy dispuesto a creerme cualquier cosa del personaje pero me asombra que
colegas periodistas se hayan acogido a lo de saqueo sin que el juez Pedraz se haya dignado a explicar cómo saqueó. El regreso del dinero a España está mucho más claro: se llama blanqueo. Pero no tengo ni idea de cómo sacó sus millones de Banesto. Ni la menor idea.
Hemos judicializado la vida política. Con ello hemos conseguido grandes logros:
- Ensoberbeced a jueces, fiscales y policías, que hoy mismo se sienten dueños de vidas y haciendas. Todo el mundo es culpable y, si no lo es, ya está condenado a pena de banquillo, a pena de telediario. Cuando hay sentencia nadie se acordará, ni tan siquiera de la acusación.
- Que se mezclen inocentes y culpables. Entre otras cosas porque no sabremos quién es inocente y quién es culpable hasta dentro de muchos años cuando su nombre ya nadie es capaz de limpiarlo.
- Que nadie se entere de nadie pero todos piensen que estamos rodeados de corruptos y que, por tanto, se trata de sobrevivir a cualquier precio. La ley pierde así toda su fuerza moral y nadie la acata.
- Crece la envidia. Si Mario Conde o un ministro son 'tocables' lo mejor es descabezar a la sociedad de cualquier tipo de liderazgo. No digo que a veces no resulte bueno pero como regla permanente me parece peligrosa.
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La utilización de la justicia como venganza y, con ello, la falta desconfianza en los jueces. La verdad, no me extraña.
No está mal como balance. Insisto, de Mario Conde, por ejemplo, me espero cualquier cosa, y
mi confianza en el ministro Soria es manifiestamente mejorable. Pero quiero perder un adarme de ecuanimidad. Al menos un adarme.
Recuerden que hay dos tipos de personas, las buenas y las malas.
Las buenas son las que no ponen querellas al prójimo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com