• Por eso, sería grave, no ya que Medjugorje' se ponga en interdicto, sino también que se desprestigie su sobrenaturalidad y su alcance.
  • El continuo tiene en Benedicto XVI uno de su intérpretes más osados.
  • Todo lo que está ocurriendo en el mundo parece bastante lógico para bien y para mal.
  • En primer lugar porque, como decía Juan Pablo II, la Iglesia es más mariana que petrina.
  • Pero también porque la humanidad vive una etapa fin de ciclo.
Actualidad religiosa: dos cuestiones pendientes: Sínodo de la familia (primero, segundo y tercero) y la resolución final sobre Medjugorje. Una decisión que se retrasa hasta demasiado y que, visto lo visto, a algunos nos hace temer lo peor. Sería grave, no ya que Medjugorje se pusiera en interdicto, sino simplemente que oficialmente se pusiera en solfa su sobrenaturalidad y su alcance. ¿Razón? Que son muchas decenas de miles de personas las que se han convertido en la aldea bosnia y no muchos menos lo que han contemplado hechos extraordinarios y han 'sufrido' vivencias asimismo extraordinarias. Medjugorje es una de la etapas -creo que finales- de un continuo de revelaciones marianas en la historia reciente. Un continuo que comienza en Fátima, en 1917, y que se prolonga hasta Bosnia. No son devociones a una imagen, que bien pueden constituir una sana iniciativa humana, sino que son revelaciones, locuciones, apariciones, mociones, en los que la iniciativa parte del Espíritu Santo: Fátima, Ámsterdam, Garabandal, Akita, Kibeho, Medjugorje. Es como la última batalla que libra Santa María en pro de sus hijos. Y hay que aprovecharla. Ese continuo mariano viene a decir algo tan sencillo como que no debe ser el castigo lo que debe ser eliminado sino el pecado. Y conviene no hacerse el despistado porque, recordaba Benedicto XVI "En nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio no es ya el de ser ahorcado, descoyuntado o descuartizado (hablaba de Occidente) pero a medida significa ser excluido, ridiculizado o parodiado". Por ejemplo, al hablar hoy de apariciones marianas, y tantas veces los desprecios proceden del seno de la propia Iglesia. Pero volvamos al continuo de apariciones marianas. Lo dijo Benedicto XVI en Fátima, precisamente en Fátima, e hizo referencia indirecta a ese continuo de "aviso, milagro y castigo", que constituye la corteza de la actual intervención extraordinaria de María en la historia del mundo. La corteza digo, porque el núcleo es la necesidad imperiosa, y urgente, que tiene el hombre de arrepentirse de sus pecados. Insisto: imperiosa y urgente. Además, el castigo resulta la necesaria purificación previa al renacimiento del mundo, lo que otro Papa, Juan Pablo II, llamaba la civilización del amor. No lo digo yo, lo dice Santa María. Pues bien, Benedicto XVI dijo así, en la explanada de Fátima sobre el famoso Tercer Secreto: "La visión de la tercera parte del Secreto, tan angustiosa en su comienzo, concluye con una imagen de esperanza". Y ese mismo día, 13 de mayo de 2010, en el mismo lugar, concluye el Papa emérito, sobre los siete años que entonces faltaban (ahora son dos) para celebrar el centenario de las apariciones, un lapso que puede "apresurar el preanunciado-triunfo del Corazón Inmaculado de María". En plata: que Benedicto XVI también espera el ciclo de aviso, milagro, castigo, juicio de las naciones, nueva Jerusalén (no confundir con el fin del mundo). Pero no somos los periodistas 'pringaos' quienes estamos convencidos de que vivimos en el fin de ciclo y que el papel de la Virgen María es absolutamente extraordinario en este tiempo crucial. Y no es cosa de iluminados: Juan Pablo II vivía en ese universo, Benedicto XVI también. Y ambos estaban convencidos de que la Iglesia es más mariana que petrina. Total: sería grave, muy grave, no ya que Medjugorje se ponga en interdicto, sino también que se desprestigie su sobrenaturalidad y su alcance. Las apariciones marianas no son cosa de mindundis crédulos. De hecho, dos de los papas más ilustrados de toda la historia, verdaderos portentos intelectuales, habitaban en ese escenario. Eulogio López eulogio@hispanidad.com