• Cuando se trata de pureza, como la moral, no hay más que seguir la intuición natural.
  • La doctrina de la castidad no se aprende: está impresa en el corazón de cada hombre.
  • La pureza no se aprende, aunque sí se pierde.
  • Y encima, el exhibicionismo es lo contrario de la elegancia.
Eso dicen en los ambientes empresariales madrileños de una ejecutiva conocida por su escaso pudor en el vestir: que le falta textil. Hay que aprender la doctrina de la Santísima Trinidad pero la virtud de la pureza, el pudor, la modestia, no hacen falta aprenderlas, son innatas, van insertas en el corazón de cada hombre (Y de cada mujer, rindamos tributo al tópico) Lo dice don Pedro López de Ayala (1332-1407): De vírgenes se pagaron Se pagaron los celadores varones, e con promesa e dones su santa honestad tentaron. Virgen, los que a ti miraron, así fue el carnal fuego en ellos muerto luego, que en ningún mal no pensaron. Es otra de las grandezas femeninas que el estúpido feminismo actual considera debilidades insufribles: extraer lo mejor de todos: varones y hembras. Créanme, el exhibicionismo más o menos cochino perjudica, en primer lugar, a la mujer, incapaz de respetarse a sí misma. En segundo lugar, perjudica al varón, que tiende a cosificar a la mujer. Además, el exhibicionismo es lo contrario de la elegancia. Pero lo más importante: la pureza no se aprende, aunque sí se pierde. Cuando se trata de pureza, como la moral, no hay más que seguir la intuición natural. La doctrina de la castidad no se aprende: está impresa en el corazón de cada hombre. Eulogio López eulogio@hispanidad.com