La ecología como instrumento del Nuevo Orden para tiranizar al hombre
He oído a una religiosa veterana, muy veterana, asegurar que a dos papas intelectuales les convenía ser sustituidos por un papa evangélico. O sea, que Juan Pablo II y Benedicto XVI, si ustedes me entienden, eran poco evangélicos. Y, al parecer, Francisco es poco intelectual. Son esos tópicos que corren por el mundo y que tienen la fuerza del prejuicio, ya saben, eso que según Einstein resultaba más difícil de romper que el propio átomo.
Ahora bien, Juan Pablo II, el papa verde, dejaba muy claro que la naturaleza está al servicio del hombre, no el hombre de Gaia, la madre tierra, que como madre deja bastante que desear, pues se comporta, de manera, digamos… un poquito cabrona; más bien ciega. Wojtyla tenía claro que cuidamos el planeta para que las próximas generaciones de humanos puedan seguir sometiendo la tierra en su propio beneficio.
Es decir, el polaco representaba justo lo contrario del Nuevo Orden Mundial (NOM) que pretende que el hombre se arrodille ante la naturaleza y se sacrifique por ella. ¡Valiente chorrada! O algo peor que una chorrada, porque el NOM está forzando la miseria en el mundo para salvar a un planeta que, como miembro del sistema solar, se mueve por magnitudes incontrolables para el hombre. En plata: si el planeta se va al garete la culpa la tendrá algún cometa despistado y no el puñetero cambio climático. El calentamiento global no deja de ser un instrumento de los progresistas para controlar el erario público vía subvenciones y para mantener a la población -en este caso mundial- allá donde pretenden tener todas las dictaduras al ser humano: en el miedo al futuro. Cuanto más irracional sea el miedo, mucho mejor.
Todo el magisterio cristiano es tan ecologista como antipanteísta. La naturaleza ha sido creada para servir al hombre, no al revés. Hay que cuidar la naturaleza para nuestros hijos… y sólo para ellos. El resto, de mal procede.
Eulogio López
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