• La sífilis, ese monstruo olvidado pero igualmente activo a pesar de los antibióticos.
  • Arquetipo de las enfermedades de trasmisión sexual.
  • El médico napolitano ya recordaba, a principios del siglo XX, que separar amor de sexo provoca patologías.
No era un cura sino un médico. Napolitano (1880-1927). Dedicó su vida a los incurables, primero a los afectados por las infecciones del momento, luego a los heridos de la I Guerra Mundial. Y antes y después, luchó contra una de la enfermedades intencionadamente olvidadas por el mundo pero que sigue campando a sus anchas, en su forma original o a través de sus consecuencias, tanto patologías como de degeneración de la raza. Sólo que lo hace con otra nomenclatura y otras apariencias pero con el mismo origen. La sífilis es el producto de uno de los signos de nuestro tiempo: la separación entre sexo y amor y la correspondiente trivialización de las relaciones sexuales. La sífilis constituye, también hoy, aunque lo ocultemos, la principal responsable de la degeneración de las razas (que no de la raza pues ahora, como somos globales, afecta a todas las razas) y de que todos nos hayamos vuelto blanditos, valetudinarios y, en líneas generales y en lenguaje castizo, tirando a flojitos. José Moscati (en la imagen), vivió en los tiempos de la eugenesia, que comenzó con la selección del más fuerte, de aquel individuo lamentable llamado Darwin, en la democrática Inglaterra y que ha continuado hoy con el ejemplo arquetípico del aborto eugenésico, defendido y casi obligatorio en la España de 2016. Frente a los eugenistas, el médico, que no el moralista, Moscati, advertía que en la propaganda moral y religiosa y en la continencia está el mejor fármaco para las enfermedades de trasmisión sexual: "Todos los jóvenes deben comprender que en la práctica de la continencia está el mejor medio para alejarse de la peor enfermedad trasmisible, imagen del pecado original, la sífilis". Y no, en el siglo XXI no hemos curado la sífilis, hemos atenuado, como siempre, sus consecuencias, pero no abordado sus causas. Y si acaso, le hemos dado otro nombre. Pero el principio sigue siendo el mismo: separar amor de sexo provoca patologías. Y sólo el cristianismo mantiene unidas ambas realidades. Punto y final. Pero lo mejor de la cosmovisión cristiana a fuer de científica, de Moscati viene ahora, en la solución- conclusión: "Los jóvenes deberían conceder su madurez y su sanidad sexual, tan sólo al ser únicamente amado". Eulogio López eulogio@hispanidad.com