• No es buena señal que el Rey de España admire a Carlos III, combinación de progre y beato.
  • Al progresismo siempre le ha gustado alabar al pueblo al tiempo que le desprecia.
  • Y como buen ilustrado sin luces, Don Carlos fue un pelele en manos de la masonería.
  • Especialmente, del masón y afrancesado Conde de Aranda.
  • La gran obra de Carlos III: la expulsión cruel de los jesuitas, en aquel momento la mayor fuerza 'ilustradora' y científica de España.
Decíamos ayer, que el discurso de Navidad del rey Felipe VI había sido, ante todo, políticamente correcto. Y decíamos, también, que liderar un país no consiste en halagar a sus ciudadanos sino en proponerles un ideal compartido. No decirles que lo están haciendo bien sino cómo hacerlo bien: proponerles un ideal que provoque el entusiasmo de todos. Felipe VI admira a su antecesor Carlos III (ambos en la imagen). Pues, caramba, podía admirar a otro. Al mismo Felipe V, sin ir más lejos, que tampoco era para tirar cohetes pero al menos supo comprender un poco mejor al pueblo español y no lo vendió a los enemigos de España. Sí, la ilustración francesa era, ante todo, enemigo de una España nacida del catolicismo. Es posible que nosotros lo ignoremos pero ellos sí lo sabían… y lo saben. El progresismo siempre ha sido muy demagogo. Siempre le ha gustado alabar al pueblo al tiempo que le desprecia. Carlos III, el admirado de don Felipe, aseguraba que los españoles eran como niños que protestan cuando les quieren lavar y peinar. Progresista y beato a partes iguales, el ilustrado se echó en manos del masón Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda, quien lo primero que hizo, para modernizar a España y llenarla de luz, fue expulsar a los jesuitas, en orden firmada por el progresista, beato y necio Carlos III. Una expulsión cruel, que desterraba a la mayor fuerza intelectual de España, la que llevaba el peso de la educación del pueblo, la que ilustraba (ilustraba de verdad) aquella España del XVIII y el exponente científico más relevan del momento. Todo ello por el interés de un masón vendido al anticlericalismo revolucionario franchute y admirador del esclavista, pero muy ilustrado, eso sí, Voltaire. A este rey marioneta, pendulón, pinchauvas y ligeramente atontado es a quien rinde homenaje don Felipe VI. Dime a quien admiras y te diré cómo eres. Así no se lidera un pueblo, Majestad. Eulogio López eulogio@hispanidad.com