- Si quieres un cambio de modelo económico, verdaderamente revolucionario, sube el SMI y los salarios bajos.
- Al parecer, lo que no se entiende del salario mínimo, no es lo de salario sino lo de mínimo.
- No es el mercado, sino la justicia, quien debe decidir el salario mínimo.
Estoy convencido que si es
Premio Nobel, por sus estudios sobre el desempleo, el británico-chipriota Chistopher Pissarides es un sabio. Sin embargo,
permítanme tener la osadía de discrepar de un Premio Nobel. Le preguntan (en
La Vanguardia) si el
salario mínimo debería hacerse depender del coste de la vida en cada zona. Y así, por ejemplo, si el salario mínimo interprofesional en Barcelona debería ser superior al SMI de ciudades más pobres y con un coste de vida más bajo.
Y lo curioso es que Pissarides (
en la imagen) responde que sí y que, aún más, ciudades con menor coste de vida deberían estar agradecidas dado que así,
con salarios más bajos, atraerían más inversiones.
Al parecer, lo que no se entiende del
salario mínimo, no es lo de salario, sino lo de mínimo. Porque
subir el salario mínimo no significa disparar los
costes laborales globales. Por eso, porque es mínimo. Suben los salarios bajos, no los medios ni los que están por encima de la media.
Pero la respuesta del Nobel me deja perplejo. Olvida, desde luego, la idea que marcara la
Doctrina Social de la Iglesia (DSI), hace ya más de un siglo: el salario, al menos el salario mínimo,
no lo puede decidir el mercado porque, como recordaba
Juan Pablo II, el factor trabajo no es un factor más de la producción, es el ser humano, por tanto, debe ser la justicia quien marque el salario… mínimo. En plata,
un salario digno es aquel que da para vivir con dignidad. Por lo menos, para formar una familia.
Dejando a un lado que es difícil imponer un salario mínimo en Madrid y otro en Murcia, por aquello de la unidad de mercado
dentro del espacio sometido a una misma regulación, me sorprende el segundo argumento de nuestro Nobel: y Murcia debe estar agradecida porque así atraerá más inversiones. Es decir,
lo que está pidiendo es que se continúe compitiendo según costes laborales y que las ganancias de producción se hagan a costa de los trabajadores. ¿Dónde queda entonces la competitividad por productos de valor añadido, por I D, etc.? ¿
O es que se trataba de una engañifa?
En cualquier caso, el salario no es una cuestión de mercados, es una cuestión de justicia. Por eso, porque no es un factor, es una persona.
Sí,
en campaña electoral se habla poco de salario mínimo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com