• La pobreza moderna comenzó con la emigración del campo a la ciudad.
  • Fue cuando los proletarios se convirtieron en propietarios.
  • El vagabundo asusta, los pudientes empezamos a sentir miedo del pobre.
Cuando damos a los pobres la cosa indispensable no les hacemos liberalidades personales sino que les devolvemos lo que es suyo (San Gregorio el Magno). Comentaba la Virgen María a la madrileña Marga: Quiero que os pongáis en el corazón de un pobre y no le juzguéis. Pensad que mientras vosotros vivís en una casa, calentitos, él vive a la intemperie. Pensad que es normal que en su corazón albergue la envidia cuando piensa en todo lo que vosotros disfrutáis y que él no tiene. Es normal que a veces se vuelvan envidiosos y ávidos de coger todo lo que encuentran. Piensan que, por justicia, también ellos deben tenerlo. Y no les falta parte de razón. La sociedad ha dado permiso para que a los pobres, legalmente, lícitamente, se les desposea de lo que es suyo, pero eso es injusto. Ese cambio coincidió con la urbanización de Occidente y la desastrosa migración del campo a la ciudad. Hasta entonces se llamaba a los campesinos bestias de campo, pero, al menos, tenían campo donde 'bestializar' (que no practicar el bestialismo, eso es cosa de ciudad). En definitiva, con el paso del campo a la ciudad perdieron sus propiedades y los propietarios se convirtieron en proletarios. Y ahora resulta que les tenemos miedo. Lógico, les hemos desposeído con tanta legalidad como injusticia. Y en su rebelión, no toda, pero algo de razón tienen. Eulogio López eulogio@hispanidad.com