Hay que garantizar la calidad asistencial en las consultas con agendas "de calidad y cupos bien dimensionados"
Con vistas a las elecciones municipales, europeas y autonómicas del 26 de mayo, en ambientes cristianos se vuelve a hablar de los principios no negociables para un católico en política, explicitados por Benedicto XVI. Son cuatro: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común. Valores no negociables para un católico, tanto si actúa como elector como si lo hace como elegido.
En segundo lugar, bien común es que las familias tengan cubiertas sus necesidades primarias
Los tres primeros parecen claros pero la confusión es grande respecto al cuarto: ¿qué es el bien común? ¿No se trata de un principio demasiado amplio como para juzgar si un partido lo cumple o incumple?
El bien común no consiste, tan sólo, en repartir la propiedad de forma justa -que también-, es mucho más amplio. Pero no equívoco. Basta con recurrir al Catecismo. Ahora bien, ¿acaso existe la ideología política de la doctrina cristiana? Yo diría que sí, que el ‘catolicismo político’ puede resumirse así: el hombre, hijo de Dios, está por encima de la sociedad. De hecho, si hubiera que definir la ‘ideología política cristiana’ podría resumirse en cuatro palabras: la persona es sagrada.
Por último, paz y seguridad para el hombre y la sociedad
Oiga, y entonces ¿qué es lo del Bien Común, que no individual? Pues, acudamos al precitado Catecismo de la Iglesia Católica para explicar esta paradoja, pues en ese catecismo de San Karol Wojtyla, 1992, está todo (puntos 1095 y siguientes en el presente caso).
La primera cita nos llega de Bernabé y es un mensaje contra pasotas, abstencionistas y autistas ideológicos, que son cada día más numerosos: “No viváis aislados, cerrados en vosotros mismos, como si estuvieseis ya justificados, sino reuníos para buscar juntos el interés común”.
Sí, hablaba a los cristianos.
Según el catecismo, bien común implica tres cosas:
1.Respeto a la persona… la sociedad debe permitir a cada uno de sus miembros realizar su vocación. Y ojo, objeción de conciencia: “derecho a actuar con acuerdo a la recta norma de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la libertad… también en materia religiosa”.
Muy oportuno el catecismo por cuanto, a día de hoy, el objetivo del Nuevo Orden Mundial (NOM) consiste en cargarse la objeción de conciencia para imponer el totalitarismo progre. Ejemplo tópico y típico, a fuer de determinante: obligar al personal sanitario a participar en abortos u obligar a los colegios -por tanto, a los padres- a que sus hijos reciban clases sobre ideología de género.
Y todo ello se resume en la ‘ideología’ católica: la persona es sagrada y más importante que la sociedad
Si no hay objeción de conciencia no hay conciencia, si la conciencia no manda se impone la incoherencia y el interés particular, que no tiene por qué coincidir con el bien común. De hecho, no suele hacerlo.
En segundo lugar, el bien común consiste en el bienestar social. ¡Tranquilo, Pablo Iglesias!, no se habla del Estado del Bienestar, al menos no exactamente. El Catecismo exige desarrollo económico, que es el resumen de todos los deberes sociales: alimento, vestido, educación, trabajo, información adecuada, derecho, a formar una familia, etc”.
En tercer lugar, el bien común implica la paz. La sociedad debe garantizar la seguridad de cada uno de sus miembros.
Y los tres principios, todos ellos, bajo el postulado primero: “el orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas, no al contrario”. El hombre es más importante que la humanidad, el individuo más que el colectivo. Esto sí debería preocupar a los apóstoles de lo público como quintaesencia de la justicia social. Al igual que los liberales no deben olvidar que sobre la propiedad privada -de suyo espléndida y formidable- pesa una hipoteca social.
Y ahora, apliquen esos tres principios no negociables a los partidos que concurren al 26-M… y acudan a votar. Lo sé, el trabajo es duro pero alguien tiene que hacerlo.