- Y los que se queden de proletarios, con salario mínimo digno.
- Y fomentar la natalidad.
- Porque el gran problema de nuestra economía es el envejecimiento de la población.
En el
Congreso de los Diputados se ha hablado esta semana de
déficit público pero también de
salario mínimo. Es más importante lo segundo que lo primero, aunque parezca lo contrario, pero el SMI se puede utilizar de forma tan demagógica como el
déficit fiscal.
De entrada, o de salida:
hay que subir el salario mínimo hasta los 1.000 euros brutos mensuales (ahora mismo está en los 754 euros). De una sola vez, para reducir la tremenda horquilla salarial
Pero esa no es la clave. Si en Hispanidad hacemos mucho hincapié en ello es porque el salario justo es la condición básica de la
Doctrina Social de la Iglesia (DSI).
Cambiar de modelo significa acabar de una vez con todos los trabajadores por cuenta ajena, con todos los proletarios. El cristianismo no quiere una sociedad de proletarios sino de propietarios, la economía cristiana ideal es aquella que estaría compuesta por empresarios que son padres, y madres, de familia por
empresas familiares enraizadas en el hogar.
Quiere la
DSI propietarios que se autoasignen el sueldo según sus propias posibilidades. Entre otras cosas porque si no pueden autoasignarse un
salario digno cambiarán de oficio, es decir, de iniciativa emprendedora.
En definitiva,
rejuvenecer España fomentando la natalidad, ayudando a las madres a tener y criar a sus hijos con un salario maternal por hijo y hasta la mayoría de edad.
Al tiempo, incentivar la pequeña empresa,
la empresa familiar, un mundo compuesto por trabajadores autónomos y por emprendedores, empresarios si lo prefieren: gente mucho más libre que posee su propia máquina de facturar y no depender de lo grande. ¿Qué es lo grande? El Estado y las grandes empresas, ambos igual de injustos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com