Me encanta la objetividad periodística de El País. El martes 3, reportaje de alcance sobre los 100 millones de cristianos que "preocupan" al gobierno chino. Incluso, ¡qué buenos!, nos habla El País de las virtudes cristianas que coinciden con los valores comunistas: los cristianos son menos corruptos, se preocupan de cubrir las carencias de donde no llega el Estado (por ejemplo, cuidar de los ancianos, etc.). O sea, que comunismo y cristianismo son, por así decirlo, primos hermanos.

Hombre, es cierto que a los narcotraficantes no les suelen detener en las iglesias (aunque haberlos, haylos) pero el maoísmo ha tenido como primer objetivo borrar a Dios de la vida pública, en segundo lugar a la familia, en tercer lugar a la Iglesia.

La tiranía china sabe que, para un cristiano, coherente, lo primero es Cristo y entonces el peligro es inminente

En cualquier caso, al Régimen comunista chino, la mayor tiranía del mundo, el régimen más anticristiano, no le inquietan los 100 millones de cristianos. Son sibilinos estos cabroncetes, así que, durante medio siglo largo de maoísmo conjugaron los dos tipos de persecución: la que trata de eliminar a la Iglesia de Roma (sí, a los católicos, que son su principal adversario) y la que trata de conquistarla. Por una parte, persecución, tortura y muerte a los cristianos, en persecución abierta que continúa hoy en día. Por otra, crearon la llamada Iglesia Patriótica china, financiada por el Régimen, con sacerdotes y obispos cismáticos hostiles al Papa. Esos católicos no preocupan a los dirigentes chinos. Están más o menos controlados. Aunque, eso sí, como el Espíritu sopla donde quiere, les preocupan mucho esos curas y fieles de la Iglesia Patriótica, los más sinceros, que se acaban topando con su propia incoherencia y pasándose al enemigo, a Roma. En ocasiones a costa de su vida y siempre de su hacienda y posición.

En este punto, Mao siguió los pasos de aquel gánster conocido como Lenin, quien ordenaba a sus chicos que protegieran a los clérigos y laicos laxos: el cura podrido era amigo del partido. A los otros, a los fieles a Cristo, aconsejaba eliminarlos.

Pero menos coñas: al Régimen de Pekín le preocupa más la Iglesia de Roma que los cristianos en general o que los católicos de la Iglesia patriótica china, porque sabe que es su peor enemigo. Para un cristiano, Cristo está por encima de todo, también del partido. A partir de ahí, cualquier tiranía se resquebraja y Beijing no quiere acabar como Moscú.

Ni colaboración con los cristianos ni perrito que nos ladre: el objetivo de la tiranía china sigue siendo la eliminación de los cristianos, especialmente, de los católicos fieles al Papa.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com