• Una generación que no reclama libertad sino derechos: ¡Qué degeneración!
  • Los cuatro grandes partidos nos piden lo mismo: pagar al Estado para que nos esclavice. ¡Qué guay!
  • Lo hacen por nuestros derechos.
  • Y al Estado le representan ellos, claro está: el Gobierno de turno, los políticos.
  • En definitiva, la nueva política ha servido para entronizar los derechos frente a las libertades.
  • Es decir, que se trata de una política liberticida. El hombre, cada día es más esclavo del Estado.
El concepto favorito de esta campaña electoral es el de "derecho". Ya saben, "tengo derecho a…". O bien, "que nos devuelvan nuestros derechos". Muy socorrido, también, lo de "recuperar los derechos de los trabajadores". Todo son derechos y los líderes políticos compiten por ofrecer más derechos a los ciudadanos y a las ciudadanas… con derechos. De hecho, la jerga campañeril recuerda lo de la ultraderecha argentina, cuando pregonaba, en tiempos de la dictadura militar, lo de "los argentinos somos muy derechos, y muy humanos". El corazón de la campaña electoral para el 26-J: nadie habla de libertad, sólo de derechos. Curioso, porque se supone que han llegado dos formaciones nuevas (Podemos y Ciudadanos) poblada por gente presuntamente nueva, con ideas presuntamente renovadoras. Pues nada: vivimos una campaña electoral de derechos. Ergo, todo el mundo habla de derechos. Ninguno de libertad. Se supone que los jóvenes luchan, ante todo,  por sus libertades. Es un componente clásico de la juventud. Pues ahora no. Se supone que los renovadores clamarían aún más fuerte por las libertades, pero no: claman por los derechos. Verbigracia (y fuerzo el ejemplo que menos me conviene). Derecho universal a la salud… universal. Todos, y todas, deben tener derecho a todo tipo de tratamiento, físico o psicológico. En primer lugar, es imposible porque los requerimientos se multiplican y el envejecimiento de la población se agudiza. Pero esa es otra cuestión. El caso es un lugar común, un mantra, en todas las formaciones políticas: el derecho a la sanidad. Pues bien, la sanidad la pagan los beneficiarios de la sanidad (¿de dónde se creen que sale el dinero?), lo cual significa que ahora su libertad personal con unos impuestos cada vez más confiscatorios. En segundo lugar, me priva de la libertad de elegir qué sanidad deseo. Porque a lo mejor no quiero la misma que el vecino. En cualquier caso, vivimos tiempos románicos: derecho a la vivienda frente a la libertad de expresión. ¿A quién le importa poder hablar libremente? Lo que importa es el ladrillo. Es sólo un ejemplo, y quizás el menos definitorio. Si hablamos de educación, de libertad de información, de libertad religiosa, ni les cuento. En definitiva, la nueva política ha servido para entronizar los derechos frente a las libertades. Es decir, que se trata de una política liberticida. El hombre, cada día es más esclavo del Estado. Pero, además, somos tan idiotas que lo progresista es reclamar derechos cuando lo cierto es que son derechos que nos otorgamos nosotros mismos y que financiamos nosotros mismos… a cambio de libertad entregarles nuestra libertad. Es decir, lo mismo que hacía el zulú cuando entrega su oro a cambio de cristales que brillan. Paguemos al Estado para que nos esclavice. ¡Pero qué grandes somos! Y este curioso aforismo es la clave de la izquierda Podemos, IU, PSOE, y el planteamiento favorito de la derecha: los jacobinos de Ciudadanos y esos capitalistas de Estado que constituyen los del PP de Rajoy. Eulogio López eulogio@hispanidad.com