Las elecciones francesas lo han puesto negro sobre blanco, tanto por su elevada abstención como por el hundimiento de los dos grandes partidos galos, el socialismo de izquierdas y los republicanos de derecha, hacedores de la V República. Ninguno de ellos alcanzó el 5% de los votos, entre otras cosas porque nadie sabe lo que está votando cuando les vota: ambos son capitalistas, ambos son progresistas. Por tanto, ambos confunden con similar entusiasmo la moderación con la mediocridad y el interés general con su interés particular en mantenerse en el cargo... y seguimos sin saber qué es el centro.

Todo ello ha dado lugar a un pasotismo general sobre la política. Los ciudadanos no confían en los políticos. Ya ni les entiende. Primer divorcio.

Segundo divorcio, paralelo al anterior: el que se ha producido entre periodistas y electores. Esos últimos están dejando de serlo. Los periodistas han imitado a los políticos y nos expresamos en un lenguaje que los lectores tampoco entienden. Ya no nos aceptan como intermediarios con el poder y ya no se creen -hacen bien- que controlemos al poder. Más bien nos hemos convertido en sus altavoces.

Un ejemplo. No, Vox no es lo mismo que el Frente Popular de Le Pen y decir lo contrario, lo que hace la izquierda española, es mentir. Le Pen es derecha pagana mientras Abascal es derecha cristiana. A Abascal, en la postguerra europea, se le habría calificado como democristiano, no como fascista. Ocurre que el pensamiento único progre aceptaral discrepante siempre que entre dentro de la discrepancia admitida por ellos.

Políticos y periodistas deberíamos pedir perdón al pueblo. Ahora bien, ¿qué es más fácil, pedir perdón o perdonar?

Políticos y periodistas, si queremos sobrevivir, es decir por mero dolor de atrición, que no de contrición perfecta, deberíamos pedir perdón a ciudadanos y lectores. Aunque aquí entre en danza la segunda cuestión: ¿qué es más fácil, pedir perdón o perdonar? El perdón es para quien lo pide, ciertamente, pero para que los ciudadanos nos perdonen a políticos y periodistas, además de solicitar el perdón hay que evitar el pasotismo, es decir, que a los ciudadanos les resbale lo que hagan políticos y lo que digan o escriban los periodistas... que es justamente lo que está empezando a ocurrir.

Otro ejemplo: Pedro Sánchez predica unidad y consenso entre las distintas fuerzas políticas, además de que lo hace con el cinismo de quien no desea consenso con la derecha, que para él es sólo ultraderecha. ¿De verdad cree alguien que un consenso satisfaría a la ciudadanía? ¡Si a la mayoría de los españoles les importa un pimiento el consenso entre partidos!