Sr. Director:
En el Miércoles de Ceniza, pasados los días de carnaval aunque parece que no para todos, podemos decir que la satisfacción de los propios deseos se ha convertido en un principio general que rige incluso la legislación más reciente en nuestra sociedad. La exaltación del “yo quiero” como fuente de Derecho, el relativismo y el individualismo –la “desinhibición” a la que hacíamos referencia, propia del carnaval- convertidos en ley, el rechazo institucional a cualquier forma de compromiso, a cualquier Bien absoluto, a toda verdad objetiva merecedora de respeto y protección. Todo el año. Todos los años. Vivimos en un carnaval perpetuo.
Es fácil, para quienes sí practican el pensamiento crítico y sí descubren la razón de ser de las cosas, caer en cierto pesimismo ante este ambiente generalizado. Pero todo lo que merece la pena en esta vida se caracteriza porque no es fácil de conseguir, por requerir esfuerzo e incluso sacrificio. Por eso el optimismo merece la pena. Merece la pena que nos formemos bien, que nos paremos a contemplar la belleza y a descubrir los porqués, que seamos valientes y no seamos cómplices de este carnaval por medio de nuestro silencio, de nuestro miedo a que el defecto (disfrazado de virtud) se burle de nosotros. Merece la pena seguir hablando bien de las cosas buenas.