Sr. Director:
"Os dejo como herencia, en lo humano, el amor a la libertad y el buen humor." (San Josemaría).
Quizá estemos de acuerdo en que la alegría tiene una cierta base orgánica y psicológica: cuando estamos sanos y todo sale bien es fácil mantener la serenidad y sonreír. Pero este buen humor, si no tiene más base que el temperamental, el buen estado de salud o unas circunstancias favorables, puede venirse abajo fácilmente.
En la alegría pueden encontrarse algo así como dos estratos que el fundador del Opus Dei distinguía: de una parte, esa que podría llamarse alegría fisiológica, de animal sano, y la otra, mucho más importante y definitiva, de abandonar todo y abandonarse en los brazos amorosos de nuestro Padre Dios.
Como dice José Luis Soria, médico y teólogo: "Estar de buen humor puede ser algo visceral. Tener buen humor, hablar y reaccionar con buen humor, aunque el estado de las vísceras no sea acaso muy florido, es madurez humana.
Pero cuando tal cosa sucede de modo habitual y heroico, es santidad cristiana." Este autor continúa diciendo, en su libro "Maestro de buen humor" lo siguiente: "Así, los años pasan en balde, sin dejar arrugas en la vida, y no hay mal genio que valga: el buen humor es manifestación externa clara de que hay en el alma una juventud perenne."
Durante los primeros años de su estancia en Madrid, San Josemaría desarrolló una intensa y generosa actividad entre enfermos, pobres y moribundos. Ahora, viene a mi cabeza una frase del Papa Francisco pronunciada en 2015: "El sufrimiento del otro constituye una llamada a la conversión porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos."
Pues bien, una de las religiosas que atendían los hospitales de aquella época, en condiciones inimaginables hoy, dice lo siguiente, evocando a San Josemaría: "Yo le recuerdo siempre alegre. Si tuviera que destacar una cualidad de él, creo que me quedaría con ésta: la jovialidad, el gozo que emanaba de su persona.
Nos alegraba la vida con su modo de ser." Él afirmó en varias ocasiones: "Nuestra misión es hacer alegre y amable el camino de santidad en el mundo." Y en su libro "Camino" escribió: "La verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre." Y ¿cómo no recordar unas palabras, también del Papa Francisco, pronunciadas en 2013? Son las siguientes: "A veces, estos cristianos melancólicos tienen más cara de pepinillos en vinagre que de personas alegres que tienen una vida bella."
En la filmación de numerosas tertulias que mantuvo con miles de personas ha quedado bien patente el sentido del humor de San Josemaría al contestar las diversas preguntas que le formulaban. Sube y baja desde la anécdota más amena al más alto misterio de la fe. Habla con ejemplos como lo hacía Jesús. Los oyentes ríen, se reconocen en la anécdota, se dejan llevar hacia lo alto.
La escasez de medios no obstaculizó nunca su buen humor y su alegría. Por ejemplo, durante algún tiempo tuvo que dormir en el suelo ya que no había camas en la casa y utilizó como almohada un libro de teología.
Sonriendo, dijo en alguna ocasión lo siguiente: "¡Aunque no fuese más que por eso, tengo la obligación de ser un buen teólogo!" Algunos años más tarde, quiso que se comprase un piano para que los alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz –el seminario internacional de la prelatura– pudiesen cantar y entretenerse. Como no había dinero, entre todos acudieron a parientes y amigos en busca de ayuda. Cuando se reunió la cantidad suficiente, se impuso la necesidad de pagar unas deudas de alimentación. Esto sucedió en varias ocasiones así es que él, bromeando con lo sucedido, solía comentar: "Nos hemos comido varios pianos."
Tenía gestos rápidos, cambios inesperados en el tono de las palabras que daban lugar a risas cuando, quizá un momento antes, apenas se había podido contener la emoción. Muchas carcajadas se oyeron en una masiva tertulia cuando respondió a alguien que se había identificado como fabricante de tornillos y le contó que había promovido una red de librerías para difundir libros y publicaciones que ayudaran a las familias.
Entonces, le dijo: "Sigue fabricando tornillos, que se ve que hacen falta en casi todas las cabezas. Con tus tornillos, tu oración y tu trabajo –no dejes el trabajo– mete a otros en lo mismo."
Los santos contemporáneos nos dan la oportunidad de contemplar una imagen no retocada ni estereotipada de la santidad, según dice Jose Luis Soria en su libro "Maestro de buen humor". Cita estas palabras de San Josemaría: "No tenemos otro remedio que luchar. Ved los santos de los altares: los han puesto pintaditos, que parece que hay que pasarles la lengua como si fueran de azúcar. Y han sido unos pobres hombres que han debido luchar como nosotros; afortunados, benditos de Dios que sentían todas las pasiones en su alma y en su cuerpo."
Y en otra ocasión: "Perder el buen humor es una cosa grave. Buen humor hasta en el momento de la muerte." Y él repitió muchas veces que, para un hijo de Dios, la muerte es el paso para llegar al encuentro gozoso con nuestro Padre Dios.
Carlota Sedeño Martínez
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13/12/24 16:58