Sr. Director:
No es fácil asimilar que, pese al centenario pasado de fracasos y crímenes que arrastran y cargan a sus espaldas, gocen de la buena prensa con que siguen presentándose en Occidente. El transcurso del tiempo que en casi todos los ámbitos nos sirve para aprender de los errores y evitar repetirlos, sin embargo no ha funcionado contra una ideología que ha generado enfrentamientos, pobreza, miseria y millones de muertos en aras de una supuesta liberación de los pueblos oprimidos. Y es que hasta la memoria se pierde cuando, quienes deberían ocuparse de guiar moral y éticamente a la sociedad, optan por mantener un cómodo silencio ante el lavado de imagen que reciben quienes ayer predicaban el odio entre las clases, y hoy entre los sexos. Un lavado de imagen que en gran parte se debe a la labor de esa elite de artistas e intelectuales que, sin atreverse a residir en los «paraísos» que tanto defienden, andan siempre dispuestos a justificar las atrocidades cometidas por los «liberadores». Pero aun más triste es la facilidad con que vuelven a germinar las viejas y manipuladoras consignas entre los jóvenes, ansiosos por formar parte de los «heroicos luchadores antifascistas» contra los nuevos enemigos del pueblo. Podemos estar «progresando», vale, pero en lo fundamental no aprendemos. Y lo pagaremos.