Plaza del Mercado de Cracovia
Sr. Director:
II Domingo de Pascua o de la Misericordia
El Segundo Domingo de Pascua es la Fiesta de la Divina Misericordia, a la que precede la Novena dictada por Jesús a Santa Faustina, que comienza el Viernes Santo. El Evangelio de este domingo, recuerda la potestad que Jesucristo confirió a los Apóstoles de perdonar los pecados ( Jn 20, 19-31). San Juan Pablo II instituyó esta Fiesta cuando canonizó a Santa Faustina Kowalska (30 de abril de 2000). La monja polaca, que vivió en la primera mitad del siglo XX ( 1905-1938), es la primera santa canonizada en el siglo XXI, y una de las almas místicas más destacadas del Cristianismo. Recibió, del mismo Jesús, su mensaje de Misericordia para el mundo. La llamaba “Mi Secretaria”, y su director espiritual, el sacerdote jesuita Beato Padre Miguel Sopocko, le sugirió poner por escrito todo lo que Jesús le dictaba, y aparece en su Diario, el libro más bonito que he leído.
La Misericordia de Dios es fuente de milagros y maravillas, y se vierte, sobre todo, en los pecadores. Jesús pidió, a Santa Faustina, que se rinda culto a su Misericordia “con la solemne celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada ( dos rayos salen de su pecho, uno rojo y otro pálido). A través de esta imagen concederé muchas gracias a las almas; ella ha de recordar a los hombres las exigencias de Mi misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil” (D. 742). Le dijo: “En ése día- el Segundo Domingo de Pascua-, el alma que se confiese y reciba la Santa Comunión, obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas [ o sea, el alma queda como recién bautizada, sin que tenga que expiar en el Purgatorio]. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico (…) La Humanidad no conocerá paz ha lea Fiesta con la debida solemnidad, ni confesar ni comulgar sacramentalmente; pero sí hacer un acto de contrición acompañada del propósito de confesión y enmienda y la comunión espiritual; además, rezar la Coronilla y la oración de las tres de la tarde (meditación o contemplación de la Pasión del Señor).
Dios atiende nuestras peticiones si, en su inescrutable sabiduría, ve que nos conviene. Tres condiciones: pedir con humildad, confianza y un corazón que perdona.
En el Diario de Santa Faustina, hay frases maravillosas que le dictó Jesucristo. Algunas: “A las almas que propagan la devoción a Mi Misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa [protege] a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso” (D.1075). “Antes de venir como Juez Justo, abro de par en par la puerta de mi Misericordia. Quien no quiere pasar por la puerta de la Misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia” (D. 1146 ). “Si el alma no practica la misericordia de alguna manera [con obras, palabras u oraciones ] no conseguirá Mi misericordia en el día del Juicio. “Los pecados de desconfianza son los que me hieren más penosamente” (D. 1076). “La pérdida de cada alma me sumerge en una tristeza mortal. Tu oración que más me agrada es la oración por la conversión de los pecadores…Esta oración es siempre escuchada ” (D. 1397).
Conozco a un joven abogado que agradece, a la Divina Misericordia, haberle devuelto a la vida después de cinco minutos muerto por infarto agudo de miocardio. Han pasado doce años y no le dejó ni rastro. Curioso: Polonia fue destruida en la Segunda guerra mundial; pero las poblaciones polacas de Cracovia y Vilna, en donde estaba extendida esta devoción, fueron preservadas. Impacta esta frase de Jesús de la Divina Misericordia: «Yo preservaré a las ciudades y casas en las que se encuentre esta Imagen».