Sr. Director:

Espero y deseo que este escrito sea la voluntad de Dios. En un escrito del comienzo de la pandemia, dije por que entendí que era una inspiración, que se prolongaría porque la Iglesia Católica no reconocía que era consecuencia del pecado. Yo esperaba que viendo la alarma y el pánico desencadenado en todo el mundo, que la Iglesia iniciase una conversión de la sociedad, mediante la oración y el sacrificio, y esa conversión tenía que empezar en  la propia Iglesia, recuperando el sentido de lo divino, lo sagrado, lo trascendente, pues la Divina Eucaristía padecía una desacralización alarmante, y lo mismo ocurría con el Santo Sacrificio de la Misa, que es el Sacrificio incruento del Calvario. Pero desgraciadamente no ocurrió eso, sino lo contrario, la Iglesia se sometió y colaboró con los mandatos establecidos para evitar contagios y con ese pretexto desacralizó aún más a la Divina Eucaristía indicando a los fieles que preferiblemente comulgasen en la mano. Por tanto, en lugar de mejorar la Iglesia y la sociedad, han empeorado. Muchos fieles han perdido la fe, y sin fe no puede haber esperanza. Por tanto tenemos que recuperar la fe que teníamos y que hemos perdido. Solamente una fe inquebrantable en Cristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre, el Único Salvador, puede recuperar en  esta Iglesia y sociedad la esperanza y la ilusión, pues ambas están sumergidas en el temor, el pesimismo-  Si no lo  hacemos esta pandemia puede ser nada más que el preludio de lo que nos viene encima. “El cielo y la tierra pasarán, pero Mi Palabra no pasará.”