Sr. Director:

El abandono del inefable Xavier Novell del obispado de Solsona y su matrimonio civil con una muy peculiar escritora, levantó toda clase de burlas porque además estaba etiquetado como un obispo integrista, reaccionario y ultracatólico en temas conflictivos. Burlas que se multiplicaron cuando encontró nueva profesión en una empresa de inseminación de cerdos: una imagen que recordaba demasiado a la parábola del hijo pródigo. 

Y entre tantas burlas no faltaron los comentaristas sabelotodo que, aprovechando las circunstancias, mientras «felicitaban» a Novell por haber encontrado el amor de una mujer, nos predicaban la urgente necesidad de que los curas católicos se casen (¡como si el estar casado fuera garantía de fidelidad a los compromisos para los curas y no curas!). Porque si Novell era sacerdote y obispo, fue porque libre y voluntariamente dijo sí a su vocación de entregarse enteramente a Dios; como ahora ha dicho sí a una mujer, mas olvidando su compromiso anterior. Para sus hermanos en la Iglesia esto es lo verdaderamente penoso, y no sólo no nos provoca burlas, sino que nos mueve a rezar por él. 

Pero quienes sostienen que los curas tendrían que casarse, difícilmente lo comprenderán: son incapaces de concebir que el amor a Dios sea exclusivo y merezca la entrega en plenitud de hombres y mujeres, sin tenerlo de segundo plato.