Sr. Director:
Hoy, la palabra “derecho” está en boca de todos ( “mi derecho”, “mis derechos”), y se escucha poco sobre “deberes”; quizá, porque la conciencia de los deberes personales, familiares y cívicos esté adormilada. A los derechos les corresponden unos deberes, preciso para que haya equilibrio.
En la práctica, parece que se quiere dar la vuelta a los “derechos humanos” reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas ( 1948) y en las constituciones de las naciones Europa y América. Vemos que aparecen, en el lugar de los derechos verdaderos, unos supuestos derechos que no son tales. Por ejemplo, se habla de “derechos sexuales y reproductivos”, cuyos vocablos parecen apuntar al derecho a la vida; pero, por el contrario, hacen referencia al aborto. En realidad, se trata de la hipocresía de gobiernos e instituciones que pretenden enmascarar matanzas de inocentes. Otro tanto sucede con la “eutanasia”, cuya perversidad pretenden maquillar, los ideólogos de la cultura de la muerte, con la expresión “muerte digna”. ¿Lo digno es que te maten porque sufres o tienes dolores o estás en las últimas, o que te ayuden con cuidaos paliativos, cuales son el acompañamiento y el amor de los propios y la reducción o anulación del dolor, para lo que hoy existen medios? Ahora, con ocasión del patógeno, parece que se pone en entredicho el derecho fundamental a la “libertad” (distinto de libertinaje), con grandes sufrimientos y graves perjuicios para algunos sectores de la población. Hay derechos reconocidos en todo el mundo civilizado que no deben trocarse por otros controvertidos: por ejemplo, el derecho de todos a la vida desde su inicio, la libertad y el derecho de los padres a que la educación que reciben sus hijos en la escuela no les sea ajena. Lo contrario ¿no podría considerarse como sutil camuflaje de nuevos totalitarismos?