“Señor, mataron a tus profetas, derribaron tus altares, y quedo yo solo, y buscan mi vida”. Pero el Señor responde a las quejas de Elías: “Me he reservado siete mil varones que no doblaron la rodilla ante Baal”. Y san Pablo comenta: “Así pues, también en el tiempo presente ha quedado un resto según elección gratuita”. Entonces, ¿nuestros temores se disipan? No, nos falta fe. Hay una infidelidad muy grande en el mundo, desgraciadamente incluso dentro de la Iglesia. Son los tiempos que nos han correspondido vivir. Y son, pues, los tiempos en los que tenemos que reforzar nuestra fe para defender a la Iglesia de tanto enemigo, de tanta calamidad como la acecha.

En la historia de la Iglesia no han faltado incomprensiones, persecuciones y deserciones. Han sido momentos de crisis (cincuenta o cien años dentro de la Historia son como un momento para Dios) y las crisis pasan. No es preciso, ni necesario, que nosotros lo veamos, sí es necesario que nosotros permanezcamos fieles, dentro de ese “resto de Israel” que Dios se tiene reservado. Los tiempos de crisis son tiempos de confiar en las promesas de Dios: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”. Y ahora mismo hay en la Iglesia verdaderos profetas y verdaderos santos para conducir el genuino y propio rebaño del Señor a través de las más encrespadas y enriscadas cimas hasta llegar a las verdes praderas y a los remansos de aguas cristalinas: a la Paz del Reino de Cristo.