Sr. Director:
El envidioso no aspira a emerger de su inferioridad; solo le interesa que al otro le vaya peor. No se considera capaz de conseguir por sí mismo, con esfuerzo, lo que envidia; sólo ansía que el otro no lo consiga. “La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.” (Francisco de Quevedo).
Dante Alighieri define la envidia como “amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos”. En el purgatorio de Dante, el castigo para los envidiosos era el de cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer.
La envidia es un sentimiento de frustración por alguna carencia propia que el envidiado no padece. Como consecuencia, el envidioso sufre rencor y resentimiento. En vez de aceptar sus carencias y luchar por eliminarlas, el envidioso se limita a odiar a la persona que le recuerda su privación. Esto hace que, como afirma Bertrand Russell, la envidia sea una de las más fuertes causas de infelicidad, tanto en el envidioso como en el envidiado.