Sr. Director:
Hace tiempo se viene observando la pérdida de autoridad en todos los estamentos de la sociedad moderna.
Los hijos ni respetan, ni obedecen a sus padres, los alumnos ni obedecen, ni respetan a sus profesores…, y así sucesivamente podemos ir subiendo hasta los poderes más altos, sean de los Gobiernos o de la Iglesia. Y no me refiero a la autoridad impuesta, sino a la auctoritas que posee una persona o Institución, por ser quien es, por qué representa o por el lugar que ocupa: un padre, una madre, un profesor, un director de una empresa, un sacerdote o un gobernante. E igualmente el respeto que se debe a una Institución, Judicial, legislativa, o Gobierno.
Actualmente se difama, se calumnia, se pone en tela de juicio la presunción de inocencia, no se respetan las leyes, no hay pudor ni discreción y sólo se habla de derechos, sin ninguna obligación u obligaciones que son inherentes al ejercicio de dichos derechos; y no se asumen ni las consecuencias ni la responsabilidad de nuestros actos, y el resultado es esa falta de autoridad, y la consiguiente degradación de la sociedad que es evidente a ojos vista.
Y así nos encontramos con que hay hijos que empiezan a pegar a sus padres, o los denuncian falsamente; de alumnos que agreden a los profesores, a estos que llegan a padecer serias crisis hasta apartarles de su profesión etc...
¿Cómo hemos desembocado en esto? Personalmente he llegado a la conclusión de que padecemos un Síndrome, que le he dado en llamar: Colegismo, o el Síndrome del colega.
¿Por dónde ha empezado? Pues en primer lugar en las familias, en sus casas, por los propios padres. Se instaló la idea de que los padres tenían que ser amigos de sus hijos, y estos empezaron a olvidar que lo primero que son y deben de ser son padres. Ser respetados, admirados y dar ejemplo a sus hijos. Esto no está reñido con el amor y el calor debido, para que los hijos aprendan a confiarles sus preocupaciones, sus anhelos, sus deseos; y acepten de buen grado las enseñanzas que reciben de ellos. Es decir, elevando el nivel de educación en la casa, y no rebajándolo hasta el nivel del "colega". En lo que se entiende por colega. Con el que hoy estoy a buenas y mañana no, según que me caiga bien o no. Entonces es cuando se empieza a perder la auctoritas, que no hay que confundir-y se confunde en multitud de ocasiones-, con el autoritarismo, o la autocracia.
Después ha continuado en la escuela, los maestros han caído en el mismo error. Se ha empezado por el tuteo, "por la cercanía", por anteponer a ser amigos antes que profesores. La consecuencia, el padre que ya no es el padre, sino el colega, acude al Colegio a defender a su colega en contra del profesor y a demandarle explicaciones, de por qué suspende a su hijo/hija, o "lo mira mal".
Así la espiral ha ido creciendo, e introduciéndose en todos los niveles de nuestra sociedad, con la perdida evidente de autoridad; con ese afán de que hay que ser cercanos, hasta que llega un niño y mata a su profesor, a su padre,… O amenaza con tierna edad el denunciar a sus padres, si estos no hacen su capricho. Y hasta las leyes lo han favorecido. Es el Síndrome del Colega, o Coleguismo.
J. R. Pablos
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13/12/24 16:58