Sr. Director:
Supongamos que disfrutamos de una buena casa donde convive nuestra familia con un más que aceptable bienestar. Una sólida y bella edificación heredada de nuestros antepasados, que fueron trabajándola con siglos de esfuerzo hasta llegar a las buenas condiciones en que la hemos recibido. Otros tienen otras casas, peores y mejores. Y desgraciadamente, muchos apenas disponen de cuatro paredes y un mal techo. Cada uno tiene una historia detrás que explica sus diferentes casas actuales; pero sabemos que la nuestra costó muchos sacrificios levantarla, conservarla y mejorarla. Ahora supongamos que aquellos que tienen casas peores, comienzan a rondar la nuestra buscando entrar, pero ofreciéndose a colaborar en mantenerla. Como somos humanitarios y nuestra casa aún es amplia, les abrimos las puertas; más como nuestros recursos son limitados y en nuestra familia también hay necesidades, es imposible acogerlos a todos. También comprobamos que entre quienes rondan nuestra casa los hay que no son fiables, y cobijarles bajo nuestro mismo techo implicaría arriesgar seriamente nuestra seguridad y la de la casa. ¿Es razonable que quienes defiendan la posibilidad de elegir a quienes metemos en nuestra casa, sean calificados de terribles xenófobos que odian a los extranjeros?