Sr. Director:
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, cesó fulminantemente al coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos, en teoría por “pérdida de confianza”, y en la práctica por no informarle del informe sobre el 8-M, que la juez del Juzgado de Instrucción número 51 de Madrid había solicitado, y del que no salen bien parados Fernando Simón ni el ministro Salvador Illa. Poco después dimitió el general de la Guardia Civil Laurentino Ceña, y habrá que ver si hay otras dimisiones en solidaridad con Pérez de los Cobos.
Con tres llamadas telefónicas, Marlaska ya tuvo claro que había que cesarle, por indicación del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, más que interesado en que se diluya todo lo referente al 8-M. Allí estuvieron y alentaron previamente la esposa de Pedro Sánchez, Carmen Calvo, Nadia Calviño, Isabel Celaá, el propio Fernando Grande-Marlaska y todos cuantos sabemos.
Hay que tener presente la trayectoria profesional del juez Grande-Marlaska, que es brillante. Ingresa en la carrera judicial en 1987, en 2012 presidente de la Sala Penal de la Audiencia Nacional, en 2013 vocal del Consejo General del Poder Judicial. Destacó por la instrucción de causas contra la banda terrorista ETA y ordenó la entrada en prisión de Arnaldo Otegui: sí, ese que ahora pacta con el Gobierno al que pertenece Grande-Marlaska.
El ministro es vasco, nacido en Bilbao. En 2016 escribió: “Considera los nacionalismos trasnochados”. Y ahora pertenece a un Gobierno que no sólo pacta con los nacionalistas, sino con el separatismo y con los filoetarras.
Analizando la trayectoria y las propias declaraciones -partamos de que son sinceras-, es muy poco coherente que forme parte del Gobierno, salvo que haya tenido una acelerada evolución ideológica en muy poco tiempo.