Sr. Director:
En la mayoría de declaraciones realizadas por el presidente de Argentina en relación con el proyecto de ley de despenalización del aborto en su país, cuya tramitación ha favorecido el propio Mauricio Macri, éste siempre se define como contrario al aborto y a favor de la vida.
Pero seguidamente suele añadir que los diputados de su grupo tendrán libertad de conciencia para votar, ya que lo único que pide es respeto en el debate parlamentario; y que aceptará la decisión de la mayoría sea cual fuere, pues no vetará la ley que salga. Este tipo de respuestas explica el éxito de las leyes proabortistas y la actitud que facilita su expansión: el complejo de inferioridad moral de unos gobernantes que son incapaces de defender lo que dicen creer, si ello les supone la incomodidad de enfrentarse a las directrices del progresismo políticamente correcto; como desgraciadamente sucede hoy con el aborto.
Sin embargo, ¿alguien se imagina a un presidente que se definiera contrario a la pena de muerte y a la esclavitud, favoreciendo la tramitación de unas leyes que quisieran introducir una y otra en su país, con el único requisito de que se respetaran los debates previos?